En este espacio se ha abordado lo relativo a la desaparición de los municipios en el Distrito Sur del Territorio de Baja California en enero de 1929, con la entrada en vigor del Decreto aprobado en el verano de 1928 en el Congreso de la Unión.
Los motivos para desaparecerlos tienen su origen en la cruenta lucha por el poder en la sucesión presidencial 1927-1928.
Álvaro Obregón Salido, el indiscutible triunfador militar en la Revolución buscaba por segunda ocasión la Presidencia y nada lo frenaría.
Era líder de un grupo político que le permitió en 1926 reformar la Constitución para la reelección presidencial en forma alternada.
Seguramente en la mente del llamado General Invicto estaba claro que pasaría a la historia por haberle entregado la responsabilidad a Calles en 1924 y la recibiría en 1928. Todo indicaba que así sería. El guion estaba escrito casi a la perfección.
Francisco Serrano, carismático militar, nacido en Choix, Sinaloa, compadre de Obregón, secretario de Guerra y Marina en el primer periodo del Manco de Celaya y Gobernador del Distrito Federal por elección a partir de 1926, puso el grito en el cielo cuando el sonorense anuncia que buscaría otro periodo.
El Sufragio Efectivo. No Reelección que costó un millón de vidas entre 1910 y 1920 era hecho a un lado por Obregón y su grupo encabezado por el líder obrero Luis N. Morones y su Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM).
En el verano de 1927, Serrano se apunta en la carrera en contra de su compadre, y luego lo hace Arnulfo R. Gómez, también compadre del caudillo, originario de Navojoa, y afamado militar.
Gómez compite por el Partido Nacional Antirreeleccionista y Serrano por un grupo de organizaciones en contra de la reelección; los dos creyeron que la democracia existía y que Obregón estaría muy contento, feliz, feliz, porque tendría a dos compadres como adversarios.
Pero las cosas no fueron como ingenuamente Serrano y Gómez pensaban. A Obregón que había vencido a Villa, anulado para siempre a Carranza, había sido presidente de México y modificado la Constitución, nada lo detendría en su lucha para sentarse nuevamente en la silla presidencial.
Serrano se halló con Huitzilac, Morelos, a inicios de octubre de 1927. La novela de Martín Luis Guzmán, La sombra del caudillo, lo contextualiza genialmente.
En Coatepec, Veracruz, el 4 de noviembre a Gómez lo presentaron ante un pelotón de fusilamiento.
A inicios de noviembre del 27, Obregón había acabado con sus opositores y mandaba el mensaje de que no quería competencia en la carrera por la reelección.
En los comicios de julio de 1928 logra el 100 por ciento de los votos. No faltaba más. La frase de encierro, destierro o entierro para los opositores estaba más vigente que nunca.
A lo largo de su campaña, seguro en su mente estaba presente el Distrito Federal. Sus alcaldes, leales a Serrano, serían un estorbo al ejercer el poder en la capital del país, por lo que Álvaro tiene la genial idea en plena etapa de proselitismo de mandar él mismo la iniciativa para desaparecer en el Distrito y territorios federales los municipios e introducir el sistema de gobernadores, Regente y delegados por designación, para él nombrar al Regente y delegados a modo en la capital del país y terminar de borrar al serranismo.
En abril de 28 presenta la iniciativa y en un mes es aprobada, y por ser reforma constitucional se va a los estados para lograr su validez.
Crónicas de la época relatan que los alcaldes capitalinos en un banquete le agradecen al candidato haber impulsado la reforma para desaparecer los municipios y le juran lealtad.
Obregón gana ampliamente los comicios. En los días posteriores, la diputación federal electa de Guanajuato le ofrece una comida y, al compás de El Limoncito, José de León Toral cambia el rumbo de la historia en La Bombilla en San Ángel.
La reforma sigue su curso. Aún muerto, Obregón ganaba batallas. El proceso no se frenó, y el 1 de enero de 1929 se publica en el Diario Oficial de la Federación el Decreto que en el caso local cancelaba un siglo de vida municipal e iniciaba el régimen de delegaciones de gobierno que estaría vigente hasta 1971.
Sin deberla ni temerla, por una decisión centralista, por una pugna política, los sudcalifornianos fueron despojados durante décadas de la posibilidad de elegir a sus autoridades.
Fueron 42 años de lucha para lograr reinstalar la vida municipal, y elegir a tres alcaldes el 14 de noviembre de 1971.