/ lunes 18 de noviembre de 2024

Contexto / Volver al pasado

Hace días en este espacio abordaba lo relativo a las elecciones efectuadas en noviembre de 1971, en las que la ciudadanía eligió a los alcaldes de La Paz, Comondú y Mulegé, tras la reinstalación de los municipios en el Territorio.

Eran los tiempos gloriosos del partido hegemónico, los tiempos del carro más que completo, los tiempos de una oposición testimonial conformada en ese tiempo por el PAN, PPS y PARM, si es que a las dos últimas organizaciones políticas se les pudiera considerar de oposición; digamos que el PAN era la única oposición realmente de verdad, sobre todo en lo político-ideológico, porque en lo económico PRI y PAN eran como la Pepsi y la Coca, muy similares en sabor, pero diferentes en su presentación, y en los últimos años esto ha quedado plenamente demostrado.

En 1971 el PRI se organizaba como partido político para convertirse en la instancia electoral de los gobiernos territorial, estatal y municipales entre 1971 y 1999.

En la elección de 1971, el PRI es contundente y obtiene el 89 por ciento de los votos con más de 27 mil, los nulos fueron del orden del 9 por ciento, y el PAN logró 231 sufragios, obteniendo la oposición en su conjunto 429.

Hace más de 50 años y durante varios más, presencia electoral del PAN, PPS y PARM fue meramente testimonial.

La llegada a territorio sudcaliforniano de la denominada vieja guardia del panismo a mediados de los años 70 le empezó a dar cierta organización al blanquiazul; Espiridión Sánchez, Salvador Landa, Pedro Macías, Luis Ruan, Jesús Gallo, Juan Lozano, entre otros, le hacen frente al oficialismo, pero su actuar es testimonial en las elecciones locales de 1974 a 1990, obteniendo en este lapso solamente 7 diputaciones pluris y algunas regidurías por el mismo principio.

El entorno político era la dominación total del PRI, la existencia de una sociedad cerrada totalmente a la oposición, eran los tiempos cuando éramos felices que nunca más volverán, me comentó hace algunos años, con cierta nostalgia, un destacado priista hoy retirado de toda actividad política.

Hace ocho días el PAN eligió a su dirigente estatal; Rigoberto Mares gana y ocupará el cargo por segunda ocasión en los últimos 10 años.

El exlegislador se midió con Jesús Méndez Vargas, un panista de a pie, alejado de la nomenclatura de poder que desde hace años controla al partido en la entidad, y por tanto al margen de las maquinaciones del poder y económicas que su contraparte en la elección interna sí tuvo.

Pero cuando se ven los resultados de la elección, pareciera que estamos viendo un volver al pasado.

En el papel Rigo Mares debió haber arrasado, por el despliegue de apoyos que tuvo, pero al final fue una diferencia de 256 votos, en una elección en la que votó arriba del 40 por ciento del padrón panista estatal de 2 mil 600 integrantes, es decir poco más de mil militantes acudieron a votar; al final 676 contra 420.

Al panismo no lo convenció el proceso interno, y la victoria de Mares, más que pírrica, lo convierte en un dirigente sin legitimidad, la cual deberá encontrar en el ejercicio de su presidencia, combinando con los deseos de estar en las próximas listas de pluris, tal como sucedía en el pasado.

Jesús Méndez, sin recursos, sin las poderosas chequeras del polit buró panista que estuvo 11 años en el poder dio una batalla interesante que nos dice que en esta trama de la elección la historia se sigue escribiendo.

Lo sucedido el proceso interno me remite a una regresión, por ello, digo que con esta elección en el PAN hay un dejo de volver al pasado, a los 70, 80, a los procesos políticos testimoniales en pleno siglo XXI.

Lo acontecido en el panismo, la principal fuerza opositora llama la atención, porque Méndez Vargas dio una lección a la burocracia que se apodera de una estructura oficial-formal tal como sucedía hace 30, 40 o más años, o revisemos la historia.

Hace días en este espacio abordaba lo relativo a las elecciones efectuadas en noviembre de 1971, en las que la ciudadanía eligió a los alcaldes de La Paz, Comondú y Mulegé, tras la reinstalación de los municipios en el Territorio.

Eran los tiempos gloriosos del partido hegemónico, los tiempos del carro más que completo, los tiempos de una oposición testimonial conformada en ese tiempo por el PAN, PPS y PARM, si es que a las dos últimas organizaciones políticas se les pudiera considerar de oposición; digamos que el PAN era la única oposición realmente de verdad, sobre todo en lo político-ideológico, porque en lo económico PRI y PAN eran como la Pepsi y la Coca, muy similares en sabor, pero diferentes en su presentación, y en los últimos años esto ha quedado plenamente demostrado.

En 1971 el PRI se organizaba como partido político para convertirse en la instancia electoral de los gobiernos territorial, estatal y municipales entre 1971 y 1999.

En la elección de 1971, el PRI es contundente y obtiene el 89 por ciento de los votos con más de 27 mil, los nulos fueron del orden del 9 por ciento, y el PAN logró 231 sufragios, obteniendo la oposición en su conjunto 429.

Hace más de 50 años y durante varios más, presencia electoral del PAN, PPS y PARM fue meramente testimonial.

La llegada a territorio sudcaliforniano de la denominada vieja guardia del panismo a mediados de los años 70 le empezó a dar cierta organización al blanquiazul; Espiridión Sánchez, Salvador Landa, Pedro Macías, Luis Ruan, Jesús Gallo, Juan Lozano, entre otros, le hacen frente al oficialismo, pero su actuar es testimonial en las elecciones locales de 1974 a 1990, obteniendo en este lapso solamente 7 diputaciones pluris y algunas regidurías por el mismo principio.

El entorno político era la dominación total del PRI, la existencia de una sociedad cerrada totalmente a la oposición, eran los tiempos cuando éramos felices que nunca más volverán, me comentó hace algunos años, con cierta nostalgia, un destacado priista hoy retirado de toda actividad política.

Hace ocho días el PAN eligió a su dirigente estatal; Rigoberto Mares gana y ocupará el cargo por segunda ocasión en los últimos 10 años.

El exlegislador se midió con Jesús Méndez Vargas, un panista de a pie, alejado de la nomenclatura de poder que desde hace años controla al partido en la entidad, y por tanto al margen de las maquinaciones del poder y económicas que su contraparte en la elección interna sí tuvo.

Pero cuando se ven los resultados de la elección, pareciera que estamos viendo un volver al pasado.

En el papel Rigo Mares debió haber arrasado, por el despliegue de apoyos que tuvo, pero al final fue una diferencia de 256 votos, en una elección en la que votó arriba del 40 por ciento del padrón panista estatal de 2 mil 600 integrantes, es decir poco más de mil militantes acudieron a votar; al final 676 contra 420.

Al panismo no lo convenció el proceso interno, y la victoria de Mares, más que pírrica, lo convierte en un dirigente sin legitimidad, la cual deberá encontrar en el ejercicio de su presidencia, combinando con los deseos de estar en las próximas listas de pluris, tal como sucedía en el pasado.

Jesús Méndez, sin recursos, sin las poderosas chequeras del polit buró panista que estuvo 11 años en el poder dio una batalla interesante que nos dice que en esta trama de la elección la historia se sigue escribiendo.

Lo sucedido el proceso interno me remite a una regresión, por ello, digo que con esta elección en el PAN hay un dejo de volver al pasado, a los 70, 80, a los procesos políticos testimoniales en pleno siglo XXI.

Lo acontecido en el panismo, la principal fuerza opositora llama la atención, porque Méndez Vargas dio una lección a la burocracia que se apodera de una estructura oficial-formal tal como sucedía hace 30, 40 o más años, o revisemos la historia.