/ jueves 16 de noviembre de 2023

Fronteras abiertas a la prosperidad incluyente

En un mundo globalizado, es natural y deseable que fluyan libremente todos los recursos: capital, mercancías, tecnología y gente. Las mentes genuinamente liberales no cuestionan este principio. No obstante, en Estados Unidos abundan voces que buscan culpar de sus problemas a los inmigrantes, especialmente a los hispanos.

Pero mientras muchos gobiernos deciden restringir los flujos migratorios, “Open borders: the science and ethics of immigration”, de Bryan Caplan y Zach Weinersmith, nos permite conocer argumentos sólidos: económicos, fiscales y culturales, además de consideraciones éticas, en favor de la libre movilidad de las personas.

El libro indica que a pesar de que el ingreso real anual en el mundo prácticamente se duplicó en los últimos 35 años, y la tasa de pobreza global se redujo en más de dos tercios en el mismo lapso, hay una gran disparidad entre países que se podría reducir notablemente si se permite la libre migración internacional, beneficiando tanto a los migrantes como a las comunidades receptoras.

La conclusión es muy sencilla: con fronteras abiertas se incrementa considerablemente la riqueza a nivel mundial. Es un raro ejemplo de una política pública que mejora el bienestar de prácticamente todos.

Cuando un trabajador migra a un país o a una región con abundancia relativa de capital, es decir, con un gran número de empresas equipadas con tecnología, aumenta la productividad del trabajo y se generan más bienes y servicios en esa economía.

Una persona más productiva eventualmente tendrá un mayor salario, lo que contribuye a incrementar el ingreso agregado del país receptor y la riqueza en el mundo. De hecho, lo mismo sucede cuando hay libre movilidad laboral dentro del territorio nacional —digamos del campo a la ciudad— donde el trabajador urbano se beneficia de la tecnología y puede producir más y, por lo tanto, ganar más que en el entorno rural.

El impacto para el país que recibe al migrante es muy favorable y se puede medir a través del valor presente neto (VPN), de manera precisa. Se ha demostrado en diversas ocasiones que el VPN de un joven migrante, es decir, la riqueza que genera para el país a lo largo de su vida, en términos constantes, menos lo que el Estado invierte en su bienestar, es positivo —incluso si el migrante es poco calificado—, por lo que no solo quien migra está en mejor situación, sino que las finanzas públicas del país que lo recibe también tienden a fortalecerse.

En el caso de migrantes de edades avanzadas que no generen un VPN positivo, lejos de prohibirles migrar, simplemente se les pueden cobrar mayores impuestos o una contribución inicial, que compense el costo superior que representan para las finanzas públicas, hasta volver positivo su valor neto generado.

En muchos países impera el argumento que estipula que “un mayor número de personas, que compiten en el mercado laboral con los trabajadores ya establecidos, tiende a reducir el salario de equilibrio y daña los ingresos de las familias locales”. La realidad, sin embargo, es que los migrantes al ser a su vez empleados, incrementarán su consumo, por lo que las empresas contratarán más colaboradores para satisfacer la nueva demanda y el salario de mercado eventualmente tenderá a incrementarse.

Un argumento adicional que se usa en contra de la libre migración, es que causa un impacto negativo en las finanzas públicas ya que crece el costo de los servicios públicos.

Sin embargo, en la mayoría de los casos no se requiere incrementar la oferta de bienes públicos si aumenta la población y el costo de proveerlos permanece relativamente estable. Un ejemplo es el ejército, que con el mismo presupuesto protege indistintamente a pocos o a muchos ciudadanos. Otro ejemplo es el alumbrado público —el hecho de que muchas personas utilicen simultáneamente un recurso es la definición misma de un bien público.

Por otro lado, un gran número de programas sociales como las pensiones y los sistemas de salud son piramidales, es decir, dependen de que un amplio número de jóvenes sostenga a las personas de mayor edad, lo que implica que, dada la estructura poblacional de varios países desarrollados, con una importante proporción de adultos en edades avanzadas, se requiere de migrantes que contribuyan con recursos para solventar los costos crecientes de los sistemas de pensiones que de otra forma serían deficitarios.

En el ámbito del tejido social y la sana convivencia, la migración también es muy positiva. Las estadísticas indican que los índices de criminalidad entre los migrantes son inferiores que entre quienes nacieron en el país receptor. De hecho, la tasa de migrantes encarcelados en Estados Unidos es un tercio menor en comparación con los norteamericanos por nacimiento.

Por otro lado, para quienes indican que la migración genera desintegración cultural, la respuesta de los autores es que los migrantes asimilan rápidamente el idioma y los valores sociales del país que los recibe, además de que generan un entorno cosmopolita que enriquece la vida cultural y a su vez genera bienestar económico.

Los migrantes tienden a mejorar su alimentación, su salud y su educación, lo que los fortalece física e intelectualmente, incrementando su capital humano. Además, las fronteras abiertas promueven la igualdad de oportunidades y permiten impulsar los talentos individuales de los locales. Un claro ejemplo es la Unión Europea, que facilita a cada ciudadano usar sus capacidades donde sean más productivas a lo largo de una extensa y diversa geografía, lo que incrementa la especialización y promueve la creación de riqueza a lo largo de todo el continente.

En Grupo Salinas buscamos impulsar el progreso de las comunidades, y promovemos la libre movilidad de personas como herramienta fundamental para ampliar las oportunidades de empleo y la productividad laboral, lo que permite satisfacer de mejor manera las necesidades de la sociedad y fortalecer los ingresos de las familias.

Si bien es cierto que esta movilidad se vio afectada por las restricciones impuestas por diferentes países como consecuencia de la pandemia de Covid-19, la realidad que impulsa a las personas a migrar para buscar mejores condiciones de vida persiste e incluso, se ha hecho más apremiante, por lo que las ideas de Bryan Caplan y Zach Weinersmith son más vigentes que nunca: necesitamos priorizar la libertad y respeto a las personas que valientemente salen de su hogar en la búsqueda de entornos más justos, para crear una verdadera Prosperidad Incluyente.


Presidente y Fundador de Grupo Salinas

Sitio: https://www.ricardosalinas.com/

Twitter: @RicardoBSalinas

En un mundo globalizado, es natural y deseable que fluyan libremente todos los recursos: capital, mercancías, tecnología y gente. Las mentes genuinamente liberales no cuestionan este principio. No obstante, en Estados Unidos abundan voces que buscan culpar de sus problemas a los inmigrantes, especialmente a los hispanos.

Pero mientras muchos gobiernos deciden restringir los flujos migratorios, “Open borders: the science and ethics of immigration”, de Bryan Caplan y Zach Weinersmith, nos permite conocer argumentos sólidos: económicos, fiscales y culturales, además de consideraciones éticas, en favor de la libre movilidad de las personas.

El libro indica que a pesar de que el ingreso real anual en el mundo prácticamente se duplicó en los últimos 35 años, y la tasa de pobreza global se redujo en más de dos tercios en el mismo lapso, hay una gran disparidad entre países que se podría reducir notablemente si se permite la libre migración internacional, beneficiando tanto a los migrantes como a las comunidades receptoras.

La conclusión es muy sencilla: con fronteras abiertas se incrementa considerablemente la riqueza a nivel mundial. Es un raro ejemplo de una política pública que mejora el bienestar de prácticamente todos.

Cuando un trabajador migra a un país o a una región con abundancia relativa de capital, es decir, con un gran número de empresas equipadas con tecnología, aumenta la productividad del trabajo y se generan más bienes y servicios en esa economía.

Una persona más productiva eventualmente tendrá un mayor salario, lo que contribuye a incrementar el ingreso agregado del país receptor y la riqueza en el mundo. De hecho, lo mismo sucede cuando hay libre movilidad laboral dentro del territorio nacional —digamos del campo a la ciudad— donde el trabajador urbano se beneficia de la tecnología y puede producir más y, por lo tanto, ganar más que en el entorno rural.

El impacto para el país que recibe al migrante es muy favorable y se puede medir a través del valor presente neto (VPN), de manera precisa. Se ha demostrado en diversas ocasiones que el VPN de un joven migrante, es decir, la riqueza que genera para el país a lo largo de su vida, en términos constantes, menos lo que el Estado invierte en su bienestar, es positivo —incluso si el migrante es poco calificado—, por lo que no solo quien migra está en mejor situación, sino que las finanzas públicas del país que lo recibe también tienden a fortalecerse.

En el caso de migrantes de edades avanzadas que no generen un VPN positivo, lejos de prohibirles migrar, simplemente se les pueden cobrar mayores impuestos o una contribución inicial, que compense el costo superior que representan para las finanzas públicas, hasta volver positivo su valor neto generado.

En muchos países impera el argumento que estipula que “un mayor número de personas, que compiten en el mercado laboral con los trabajadores ya establecidos, tiende a reducir el salario de equilibrio y daña los ingresos de las familias locales”. La realidad, sin embargo, es que los migrantes al ser a su vez empleados, incrementarán su consumo, por lo que las empresas contratarán más colaboradores para satisfacer la nueva demanda y el salario de mercado eventualmente tenderá a incrementarse.

Un argumento adicional que se usa en contra de la libre migración, es que causa un impacto negativo en las finanzas públicas ya que crece el costo de los servicios públicos.

Sin embargo, en la mayoría de los casos no se requiere incrementar la oferta de bienes públicos si aumenta la población y el costo de proveerlos permanece relativamente estable. Un ejemplo es el ejército, que con el mismo presupuesto protege indistintamente a pocos o a muchos ciudadanos. Otro ejemplo es el alumbrado público —el hecho de que muchas personas utilicen simultáneamente un recurso es la definición misma de un bien público.

Por otro lado, un gran número de programas sociales como las pensiones y los sistemas de salud son piramidales, es decir, dependen de que un amplio número de jóvenes sostenga a las personas de mayor edad, lo que implica que, dada la estructura poblacional de varios países desarrollados, con una importante proporción de adultos en edades avanzadas, se requiere de migrantes que contribuyan con recursos para solventar los costos crecientes de los sistemas de pensiones que de otra forma serían deficitarios.

En el ámbito del tejido social y la sana convivencia, la migración también es muy positiva. Las estadísticas indican que los índices de criminalidad entre los migrantes son inferiores que entre quienes nacieron en el país receptor. De hecho, la tasa de migrantes encarcelados en Estados Unidos es un tercio menor en comparación con los norteamericanos por nacimiento.

Por otro lado, para quienes indican que la migración genera desintegración cultural, la respuesta de los autores es que los migrantes asimilan rápidamente el idioma y los valores sociales del país que los recibe, además de que generan un entorno cosmopolita que enriquece la vida cultural y a su vez genera bienestar económico.

Los migrantes tienden a mejorar su alimentación, su salud y su educación, lo que los fortalece física e intelectualmente, incrementando su capital humano. Además, las fronteras abiertas promueven la igualdad de oportunidades y permiten impulsar los talentos individuales de los locales. Un claro ejemplo es la Unión Europea, que facilita a cada ciudadano usar sus capacidades donde sean más productivas a lo largo de una extensa y diversa geografía, lo que incrementa la especialización y promueve la creación de riqueza a lo largo de todo el continente.

En Grupo Salinas buscamos impulsar el progreso de las comunidades, y promovemos la libre movilidad de personas como herramienta fundamental para ampliar las oportunidades de empleo y la productividad laboral, lo que permite satisfacer de mejor manera las necesidades de la sociedad y fortalecer los ingresos de las familias.

Si bien es cierto que esta movilidad se vio afectada por las restricciones impuestas por diferentes países como consecuencia de la pandemia de Covid-19, la realidad que impulsa a las personas a migrar para buscar mejores condiciones de vida persiste e incluso, se ha hecho más apremiante, por lo que las ideas de Bryan Caplan y Zach Weinersmith son más vigentes que nunca: necesitamos priorizar la libertad y respeto a las personas que valientemente salen de su hogar en la búsqueda de entornos más justos, para crear una verdadera Prosperidad Incluyente.


Presidente y Fundador de Grupo Salinas

Sitio: https://www.ricardosalinas.com/

Twitter: @RicardoBSalinas

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