Tomar el toro por los cuernos nunca es fácil, y hacerlo por 55 años no cualquiera, pero, como siempre sucede, si lo que se busca tiene un objetivo muy claro, saltando al ruedo la situación se va dando.
He visto fotos históricas del día en que nació el diario El Sudcaliforniano, que primero fue un semanario llamado Sudcaliforniano, que llegaba a La Paz por aire desde el municipio hermano de Ensenada, BC, donde se imprimía, allá por 1969, cuando el hombre llegó a la luna.
Y… sólo hombres, precisamente, aparecen en esas imágenes en blanco y negro, sonrientes, al lado de máquinas de escribir. En aquellos tiempos, como hoy, hacer del periodismo una forma de vida era lanzarse al ruedo, con traje de luces o sin nada.
¡Me hubiera gustado ser testigo de aquellas fechas de las primeras ediciones! Qué locura debe haber sido planear la distribución de las notas, revelar las fotos, decidir que iba en la primera plana, escuchar el sonido de las máquinas de escribir y la prensa a la vez, en aquella ciudad en la que fueron colocadas muchas primeras piedra que eran el renglón inaugural de una larga historia.
No tuve esa suerte, pero a cambio la vida me regaló, como una primera cita, una tarde del 3 de noviembre de 2004, unos días antes de que el periódico cumpliera 35 años, cuando por primera vez me acerqué a las oficinas de la calle Constitución.
Llegué al lugar poco antes de la 6 de la tarde. Tuve miedo, pero algo me decía que debía seguir, que valía la pena. La oficina de redacción lucía llena; unos escribían y otros reían, otros escribían y reían, como cuando ya sabes conducir un carro y puedes manejar y platicar a la vez, pensé que debían ser los reporteros con “más horas de vuelo”.
Unos días después, ya laborando como correctora de estilo de 26 años, con una pluma de tinta roja en la mano izquierda, tuve miedo otra vez, pero no me importó.
Supe que no estaba equivocada cuando el sonido de la prensa se me hizo emocionante, fue como escuchar el himno de guerra de El Sudcaliforniano.
A 55 años de distancia, el hoy semanario sigue adelante, siguiendo el ritmo de los nuevos tiempos también en su publicación diaria.
¡Qué la vida me permita seguir siendo testigo de muchos años más! ¡Mil felicidades a mi casa editora!