Tandariola
En términos gastronómicos contemporáneos, hablar de experiencias más allá de lo alimentario, pareciera poco compatible cuando el apetito es suficiente como para volver apremiante llenar el estómago como sea y, literal, con lo que sea. Por eso, a manera de sugerencia, se dice que hay que acudir a restaurantes con menú “alternativo” con realmente poca hambre. Dichas propuestas, aclaro, no abarcarían las opciones populares. Y no hablo de costos económicos, sino en términos de inocuidad.
Hay varias etiquetas que actualmente denominan a las nociones emergentes culinarias en todo el mundo, como un abanico multicolor -y multipropósito diría- de propuestas que integran los menús de restaurantes con estilos que me temo, no son para todo paladar. Ya nos dice mucho la inclusión en los menús de platos sin gluten, veganos, orgánicos, etc. Y ahora también se suman los que son sin trazas industriales.
Usted que me lee puede encontrar actualmente en muchos productos que se encuentran en los supermercados y después están en su alacena, que incluyen en sus etiquetas leyendas que indican que no contiene trazas de leche, de frutos secos, de cacahuates y otras más que son advertencias para personas alérgicas a estos alimentos. Por otro lado, también pueden mencionarse que contienen gluten, presencia de soya u otros elementos, además del listado de químicos diversos. Como sabe, la población con alergias va en incremento (fao.org). Pero hablar de alimentos y platillos sin trazas industriales es como prepararnos el paladar, el olfato y la vista para experimentar sabores más naturales.
En mi reciente visita a la CDMX tuve la oportunidad de conocer y más aún, probar de qué se trata esta tendencia mundial que ha llevado a la composición gastronómica que se acerca a las recetas ancestrales con un twist contemporáneo con el manejo de productos que no han sido alterados genéticamente y libres de pesticidas, y que en un amplio espectro, provienen de granjas pequeñas o de huertos o plantíos controlados por comunidades rurales que rescatan tradiciones, apegadas a los ciclos de cosecha y de temporal y con un cuidado en la crianza de ganado. Ciertamente, lo que se produce en esta cruzada mundial de rescate es de alta calidad nutricional y cercana al sabor original. Surge entonces la inquietud ¿quién podría asegurar cómo era el sabor una tortilla de maíz hace 200 años? Y en todo caso ¿el maíz actual sin modificación mantiene el mismo valor nutricional?
Visité un restaurante que podría denominar hípster, cómodo y con decorado industrial, por el rumbo de la condesa. En una zona arbolada, lejos del tráfico citadino, sobre un bulevarcito que alberga diversos restaurantes con propuestas libanesas, españolas, asiáticas, fusiones, y otras. El menú era reducido y con platos muy sui géneris, con cocción en horno de convección, freidora de aire y otros aparatos. El menú parecía un manual. Unas diez hojas eran solo la introducción del breve listado de opciones. El documento explicaba a sus comensales el espíritu de la tendencia, de la procedencia de los productos, su frescura y condiciones, así como el apoyo a las personas que las producen. Unas pantallas colocadas estratégicamente en el local mantenían en bucle un video con imágenes del tema del restaurante, el ajolote, y sobre la producción de las zonas rurales donde se adquieren los insumos para su propuesta culinaria.
Con cierta inquietud por las raciones preguntamos al gentil mesero que nos informara sobre los platillos, los acompañamientos y la cantidad. Nos indicó que sí eran buenas raciones y además nos aportó algo de información sobre el uso del maíz que usaban para las tortillas, de los tipos de vegetales, que no usaban gas, etc. Pedí un baguette con setas y vegetales. Admito que eran sabores diferentes a lo que podría tener mi memoria gustativa. Mi pareja pidió una milanesa con arroz orgánico morado que le pareció de buen sabor y suficiencia, con el acompañamiento de unas tortillas de maíz azul.
A manera broma decíamos en la mesa que después de salir de ahí tendríamos que ir comer otra cosa para llenarnos. Algo así pasó. Entusiastas, bien nos cupo una buena ración de café y repostería. Eso ya fue con trazas.
¡Eytale!
Una de las tendencias actuales en muchos tipos de establecimientos es ser pet friendly, es decir, que acepta que la clientela acuda con sus mascotas y expone esta apertura como un plus. En muchos restaurantes ya los aceptan al interior, obviamente, debe ser bien portado. Así que si queremos llevar a nuestro perrijo existe el sitio web donde están las ubicaciones de los negocios del país que los admiten: mexicopetfriendly.com. De nuestra entidad solo aparecen algunos hoteles en el municipio de Los Cabos. He de decir que en El Sargento y otras localidades sudcalifornianas hace mucho que diversos negocios admiten a lasmascotas de la clientela.
Comunicóloga, fotógrafa y sibarita. Premio estatal de periodismo 2022 en la categoría de artículo de fondo.
iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA
TEXTO RESALTADO
Usted que me lee puede encontrar actualmente en muchos productos que se encuentran en los supermercados y después están en su alacena, que incluyen en sus etiquetas leyendas que indican que no contiene trazas de leche, de frutos secos, de cacahuates y otras más que son advertencias para personas alérgicas a estos alimentos. Por otro lado, también pueden mencionarse que contienen gluten, presencia de soya u otros elementos, además del listado de químicos diversos. Como sabe, la población con alergias va en incremento (fao.org). Pero hablar de alimentos y platillos sin trazas industriales es como prepararnos el paladar, el olfato y la vista para experimentar sabores más naturales.