Aún en medio de su esplendor y crecimiento, China sigue siendo inaccesible para muchos fans de su ancestral cultura, desde que el Palacio Imperial era la ciudad prohibida, centro de poder de las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911), donde cualquier mortal no podía acceder sin permisos especiales, en una época en la que solo los cortesanos podían obtener atención o audiencia del emperador, y que hoy sea quizá, parte de la tradición a conservar.
En Beijing la tradición que se observa es esta ahora en el Palacio Imperial que cuenta con un complejo de palacios dignos de visitarse por su legado, su nombre original era la ciudad púrpura y procede de los paralelismos en la constelación luminosa púrpura en la que la estrella polar al igual que el emperador de la tierra se encuentra en el centro, su construcción se debió al traslado de la capital de Nanking a Pekín en 1404, con 800 edificios y la mayor cantidad de estructuras de madera que se conservan en el mundo, y fue nombrado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987.
Es alrededor de este complejo que empieza a crecer la ciudad, ya que se consideraba que entre más cercano se estuviera al emperador, mayor era el prestigio, ahora se camina por estás calles de edificios abandonados y convertidos en multifamiliares.
Visita obligada es el Palacio Tiananmen, y Palacio de verano.
Su olor es el incienso de ofrenda, presente en su vida espiritual que aun hoy es intensa.
Llegar a Beijing no es fácil, parte del escenario dispuesto es esta suerte de pruebas a vencer, hacerse desear con el riesgo de cansar antes de llegar, es al parecer el plan.
Ancestral su legado en dinastías y cultura, una de las más antiguas del planeta, hogar de la ultima dinastía china, la Qung con 200 años de historia. Majestuosa y moderna, entre sus mercados tradicionales, y tribus tradicionales.
Pólvora, tinta y papel, son su legado a la civilización, visitantes curiosos y escépticos por conocer, en carne propia la verdad de la leyenda China.
La Muralla China, es su imagen y escenario también de glamorosos desfiles de moda como Chanel.
Inolvidable, como los turistas al llegar al aeropuerto de Beijing, protegidos con máscaras para la contaminación, tan densa como su población, que asciende a 13.8 millones de habitantes.
China; densa y sofisticada, como los controles de seguridad impuestos a propios y extraños.
Agridulce como su gastronomía, es su gente, motivada por su gobierno a cumplir las reglas y al mismo tiempo, disciplinarse y sonreír al visitante para mostrar al mundo mediante la vitrina del nido de ave a la China que quiere conquistar el mundo, la China que se ha creado en tan solo unos años, la que convierte a un campesino en empresario rico y prospero, la que arrebata inversiones millonarias a mercados emergentes.
Dramática es su personalidad como la ópera, que surge a mediados del siglo XIX en está capital, arte basado en diversas disciplinas regionales que combina la danza, declamación, mímica, acrobacia y artes marciales, todo ello acompañado por instrumentos musicales, de cuerda, viento y precisión.
Millonarias inversiones como los millones de dólares del estadio nido o el estadio de Tianjin, curiosamente planeado en y desde Japón, que representa lo último en tecnología,
Visitar el Daguanyuan, replica del jardín imperial, ubicado al sureste de Beijing parque que cuenta con cuarenta escenarios distintos en sus instalaciones.
Paradójica su inmensa paloma de la paz dibujara en el nido, que representa la paz, en medio de la polémica por la crueldad hacia sus paisanos tibetanos, o los cuestionamientos de derechos humanos, que obligan a china a tomar extremas medidas de seguridad, que exigen precisión de movimientos y poca libertad de acción.
Espiritual es su templo de Lama, tibetano, eje central y hogar de Buda, que protege mediante una escultura tallada en tronco y la más grande que se haya visto, al pueblo chino, incluidos los tibetanos, lugar que representa el equilibrio entre el Ging y el Jang, el bien y el mal, y establecer armonía y paz, una paradoja más.
China, es la ciudad sobreviviente y mística, que representa futuro y por lo tanto, deseable por prometedora, amiga de México es estos días, una cultura a descubrir por aquellos osados que estén dispuestos a ser guerreros en arte marcial, para llegar a los templos y además atreverse a preguntar, insisto una cultura digna de explorarse aunque sea en la novela de el pabellón rojo.