Nos reciben con un ¡kuira!, que quiere decir “hola, ¿cómo estas?” En lengua tarahumara.
El poblado de Creel es sencillo y pintoresco, frío en invierno. Este es un punto de partida para el universo rarámuri y te lleva hacia las Barrancas del Cobre donde nos recibe su gran Cristo blanco con los brazos abiertos, que en este caso es europeo, y aquí se fusiona alegremente con los credos indígenas.
Las tradiciones de los tarahumaras indican que hay que observar al visitante, las mujeres son quienes ofrecen su artesanía en las estaciones donde detiene el tren; no interactúan demasiado, se reservan a dar sólo el precio, pero si traes la vibra positiva que los valora y conoce seguro te compartirán algo de su sabiduría.
Su bebida o licor es a base de maíz fermentado de agradable sabor tesgüinoque que ellos mismos preparan con rigor cual grandes vitivinicultores.
Visitar la cueva de doña Petra es imperdible, si, una enorme cueva de piedra, ahí nació y crio a sus 9 hijos, aunque los varones fallecieron. Petra murió hace un año y se abrió la cueva a los visitantes para que conocieran el modo de vida de hace más de un siglo, una experiencia surreal sublime.
Sus hijas son las anfitrionas y te contarán más, te reciben en la cocina, donde hoy muelen el maíz en el petate, cocinaran gorditas dulces y saladas rellenas de carne y frijol acompañadas de salsa agridulce, el atole con canela o vainilla y el champurrado están listos, y quedo pinole delicioso que puedes agregar a tu café o leche, ¡una delicia! Hoy en día los raramuris aún viven en cuevas, ya con ornamentos de maderas locales excelsas, con una sencillez admirable y limpia, con razón su espíritu está intacto, pues el lujo es lo orgánico, la naturaleza y la comida exquisita.
Creel es la puerta a la Sierra Tarahumara y el corazón indómito es México.
Este es el alma agreste de Chihuahua, abrazada por montañas que parecen susurrar viejos secretos…
Este pequeño pueblo fundado en 1907 como una estación del ferrocarril, ha trascendido sus humildes orígenes para convertirse en el camino a la majestuosa Sierra Tarahumara, un rincón del mundo donde el tiempo parece detenerse, y la naturaleza, en su estado más puro, domina el paisaje.
Aquí, donde las paredes rocosas de la Sierra Madre Occidental se elevan imponentes, Creel se presenta como un enclave de historia, cultura y maravillas naturales que invitan a todo visitante a sumergirse en lo más profundo de la esencia chihuahuense: digna y Fuerte, trabajadora.
La historia de Creel está íntimamente ligada al desarrollo del ferrocarril Chihuahua-Pacífico, mejor conocido como “El Chepe”. Fue este medio de transporte el que marcó el nacimiento del pueblo, que en sus primeros años no era más que una estación donde los trenes hacían una pausa en su largo recorrido.
El nombre de Creel rinde homenaje a Enrique Creel, un influyente político y empresario que jugó un papel fundamental en la construcción del ferrocarril, cuyo propósito inicial era conectar las vastas llanuras del interior de México con los puertos del Pacífico.
Sin embargo, más allá de las líneas de acero y las locomotoras, Creel ha sido por siglos el hogar de los rarámuris, un grupo indígena cuya relación con la tierra y la naturaleza es tan profunda que trasciende cualquier concepto moderno de pertenencia.
Los rarámuris, conocidos por su resistencia física y su capacidad para correr largas distancias a través de las montañas, habitan la región mucho antes de la llegada de los colonizadores españoles, y su legado cultural aún palpita en cada rincón del territorio.
Vamos a La Sierra Tarahumara... un coloso de belleza y misterio.
Continuará en la próxima entrega…