Esta es la otra parte de la vieja Escandinavia, ciudad moderna y minimalista, su elegancia se esconde en viejos tiempos de gloria, fuente de inspiración que le da vida cultural intensa y a la vez diversa, un sitio brillante, y no por su luz solar, sino iluminado por su creatividad de diseño y arte, como el cine, a pesar de sus pocas horas de sol, su música, les permite recobrar la alegría de vivir y recibir al visitante ¡con sonrisas!
Líderes en artes visuales y arquitectura, ofrecen a todos deleitarse con salas llenas de propuestas, alocadas algunas, pero siempre dispuestas a la apertura de nuevos talentos.
Lugar de gigantes, de sonrisa sobria y cada vez más extensa, su andar nórdico es libre, y locochón, muy vikingo, las piernas me cuelgan en su enormes sillas, de cafés y bares operados por inmigrantes bien establecidos.
Urbanística, cosmopolita, vibrante, donde se encuentra el futuro, iniciando su historia de modernidad en los setentas, porque después de Londres o París la capital de Dinamarca, se dice, es el centro cultural más moderno de Europa, y eso sin contar la gran calidad de vida, porque aquí se respira progreso.
Lo que puede verse en la personalidad limpia de los nórdicos y en su actitud civilizada.
Con pocas horas de sol al año los nórdicos se las ingenian, yendo a conciertos, exposiciones de arte, clubes y cafés, para vivir y no dejarse amargar por el clima.
Estamos entre edificios de vanguardia que se construyen respetando siempre la sobriedad característica nórdica, lo que resulta un escenario exquisito donde coexiste una cultura milenaria con la contemporaneidad de las artes, las formas de vida, de personalidades y diseño. Una ciudad que se transforma con las estaciones, debido al clima extremo, de hecho durante el verano es de día ¡las 24 horas!, por lo que aprovechan para ir de parranda mientras hay luz... y mientras llega la larga noche... de casi 20 horas en el invierno.
Copenhague resulta una muestra del futuro por venir, de que nada se detiene, del empuje y ganas de sobrevivir ¡como lo hacían los vikingos! Y a pesar de todo porque aquí la prosperidad no es una promesa, es una realidad palpable a cada paso, en cada actitud, sin complejos, sin miedo.
Justo en el centro se ven los recién remodelados castillos de interés turístico, a decir de los nativos como los jardines de Tivolí, el teatro real Danés, o el Diamante Negro, que es la biblioteca, ubicado en le muelle, e inspirado al parecer en un enorme barco tipo Titanic, resulta misterioso, casi tanto como sus cervecerías y sus antros que, comparados con los nuestros parecieran la casa de la risa.
Recorrer la plaza Hojbro nos permite visitar toda clase de exposiciones al aire libre, desde cerámicas locales, famosas por su calidad y diseño, muebles extraños y tiendas extravagantes, como sus precios, que han de ser en moneda independiente: coronas danesas.
Coronas bien invertidas por el gobierno, porque al recorrer la ciudad no se observan calles dañadas, baches o callejones abandonados, todo Copenhague siembra esperanza.
Ciudad rodeada de agua, es una característica extraordinaria, tal vez porque al sentirse aislados, y al mismo tiempo invadidos de visitantes y de modernidad a la que ellos mismos han dado acceso, coexisten dos mundos que se complementan; sobreviviendo de una forma extraordinaria y casi feliz a las exigencias que implica habitar en un lugar tan de alto nivel en actitud y ejemplo para muchos. Imperdible Copenhague!