/ lunes 28 de octubre de 2024

Descubre la Sierra Tarahumara en Creel, pueblo de cobre (segunda parte)

Imponentes barrancas se despliegan como gigantes adormecidos que han esculpido sus formas a lo largo de milenios

Vamos a la Sierra Tarahumara, un coloso de belleza y misterio…

Estamos en Chihuahua, México.

La Sierra Tarahumara, de la que Creel es puerta de entrada, es un mundo en sí mismo. Imponentes barrancas se despliegan como gigantes adormecidos que han esculpido sus formas a lo largo de milenios, con cañones más profundos. Barrancas del Cobre, uno de sus principales atractivos, es una de las más vastas y profundas de todo el continente, y su paisaje inigualable invita a la contemplación, una experiencia que no se mide por la velocidad del viaje, sino por la intensidad de las emociones que evoca.

El eco de los pasos de los rarámuris resuena en los senderos de estas montañas. Ellos, guardianes silenciosos de la sierra, siguen recorriendo con pasos ligeros las mismas rutas que sus antepasados trazaron, movidos por un vínculo inquebrantable con la naturaleza. En sus cabañas y comunidades, el tiempo parece haberse detenido, y aunque la modernidad ha tocado algunas esferas de su vida, su espíritu ancestral persiste, inmutable, como el propio paisaje que los rodea.

Vamos ahora en el “Chepe” que es un viaje entre barrancas y montañas.

Si hay un modo singular de experimentar la majestuosidad de la Sierra Tarahumara, es a través de los rieles del Chepe, que serpentea a través de cañones, túneles y puentes que desafían las leyes de la gravedad. Este tren, que atraviesa más de 650 kilómetros desde los desiertos de Chihuahua hasta los fértiles valles de Sinaloa, ofrece a los viajeros una ventana privilegiada hacia uno de los paisajes más espectaculares de México.

Creel es una de las paradas más destacadas en este viaje, y desde aquí, muchos visitantes parten hacia las profundidades de la sierra. Este viaje, que comenzó como una vía comercial, se ha transformado en una experiencia turística de renombre internacional, ofreciendo la posibilidad de explorar no solo la belleza natural, sino también el crisol de culturas que hay en la región.
Aunque pequeño, Creel está repleto de sitios que no solo deleitan los sentidos, sino que también despiertan la curiosidad por su riqueza histórica y cultural.

Como el lago de Arareco

A pocos kilómetros de Creel, se encuentra el sereno lago de Arareco, sus aguas cristalinas reflejan las montañas circundantes en un paisaje casi onírico, su forma casi circular, está rodeado por densos bosques de pinos y encinos, y en sus orillas, las comunidades rarámuri siguen llevando a cabo sus actividades cotidianas, como lo han hecho por generaciones. Este sitio no solo es un refugio para los amantes de la naturaleza, sino también un espacio de conexión espiritual, donde el silencio que permite una introspección profunda.

Las formaciones rocosas del Valle de los Hongos y de las Ranas es imperdible…

Cerca del lago, las caprichosas formaciones rocosas del Valle de los Hongos y el Valle de las Ranas invitan a los visitantes a maravillarse ante el poder escultor de la naturaleza. Estas piedras, talladas por la erosión a lo largo de miles de años, adoptan formas inusuales que parecen desafiar la lógica y la imaginación. Aquí, la naturaleza es un artista que juega con las formas y volúmenes, creando un espectáculo visual que recuerda la fragilidad y el paso del tiempo.

La cascada de Cusárare es un espacio revelador…

La fuerza indómita del agua, la cascada de Cusárare es un destino imperdible.

Durante la temporada de lluvias, el torrente cae con fuerza desde una altura de 30 metros, creando un espectáculo impresionante en medio de un bosque de álamos y pinos. El sonido ensordecedor del agua al chocar contra las rocas, combinado con la bruma fresca que llena el aire, transporta al visitante a un estado de asombro inocente, como si la cascada fuera un recordatorio de la insignificancia del ser humano frente a la magnitud de la naturaleza.

Vamos a Misión de San Ignacio

El pasado colonial de la región también encuentra su reflejo en la Misión de San Ignacio, un pequeño y encantador templo que data del siglo XVIII. La misión, construida por los misioneros jesuitas, es un símbolo del encuentro —a menudo violento— entre las culturas indígenas y europeas. Sin embargo, a lo largo de los años, los rarámuris han hecho suya esta estructura, adaptando sus rituales y ceremonias al cristianismo, pero manteniendo viva su propia cosmovisión.

Este es un encuentro con la cultura rarámuri

Para los viajeros que buscan algo más que paisajes, Creel ofrece una ventana íntima a la cultura rarámuri. En el Museo de la Cultura Tarahumara, ubicado en el centro del pueblo, es posible aprender sobre la historia, las tradiciones y el modo de vida de esta comunidad. A través de exhibiciones de textiles, utensilios y fotografías, el visitante puede vislumbrar una forma de vida que, aunque sometida a los embates del progreso, sigue manteniendo su esencia intacta.

Nos detenemos en pleno Centro Histórico y luego a lado del museo a degustar las exquisiteces del paladar… sus chilaquiles únicos con chiles locales, sus tamales con rellenos exóticos bañados en salsa de frijol bayo. ¡Delicioso!

En Creel, los rarámuris venden sus artesanías, como cestas de palma tejidas a mano y coloridas muñecas de trapo, en las plazas locales, y no son solo objetos decorativos, son manifestaciones tangibles de una cultura que ha resistido siglos de cambio, y que sigue floreciendo en el silencio de la sierra. Apoyemos sus esfuerzos, visitar Creel y aportar energía positiva resultara en una comunión que el universo agradecerá.

Vamos a la Sierra Tarahumara, un coloso de belleza y misterio…

Estamos en Chihuahua, México.

La Sierra Tarahumara, de la que Creel es puerta de entrada, es un mundo en sí mismo. Imponentes barrancas se despliegan como gigantes adormecidos que han esculpido sus formas a lo largo de milenios, con cañones más profundos. Barrancas del Cobre, uno de sus principales atractivos, es una de las más vastas y profundas de todo el continente, y su paisaje inigualable invita a la contemplación, una experiencia que no se mide por la velocidad del viaje, sino por la intensidad de las emociones que evoca.

El eco de los pasos de los rarámuris resuena en los senderos de estas montañas. Ellos, guardianes silenciosos de la sierra, siguen recorriendo con pasos ligeros las mismas rutas que sus antepasados trazaron, movidos por un vínculo inquebrantable con la naturaleza. En sus cabañas y comunidades, el tiempo parece haberse detenido, y aunque la modernidad ha tocado algunas esferas de su vida, su espíritu ancestral persiste, inmutable, como el propio paisaje que los rodea.

Vamos ahora en el “Chepe” que es un viaje entre barrancas y montañas.

Si hay un modo singular de experimentar la majestuosidad de la Sierra Tarahumara, es a través de los rieles del Chepe, que serpentea a través de cañones, túneles y puentes que desafían las leyes de la gravedad. Este tren, que atraviesa más de 650 kilómetros desde los desiertos de Chihuahua hasta los fértiles valles de Sinaloa, ofrece a los viajeros una ventana privilegiada hacia uno de los paisajes más espectaculares de México.

Creel es una de las paradas más destacadas en este viaje, y desde aquí, muchos visitantes parten hacia las profundidades de la sierra. Este viaje, que comenzó como una vía comercial, se ha transformado en una experiencia turística de renombre internacional, ofreciendo la posibilidad de explorar no solo la belleza natural, sino también el crisol de culturas que hay en la región.
Aunque pequeño, Creel está repleto de sitios que no solo deleitan los sentidos, sino que también despiertan la curiosidad por su riqueza histórica y cultural.

Como el lago de Arareco

A pocos kilómetros de Creel, se encuentra el sereno lago de Arareco, sus aguas cristalinas reflejan las montañas circundantes en un paisaje casi onírico, su forma casi circular, está rodeado por densos bosques de pinos y encinos, y en sus orillas, las comunidades rarámuri siguen llevando a cabo sus actividades cotidianas, como lo han hecho por generaciones. Este sitio no solo es un refugio para los amantes de la naturaleza, sino también un espacio de conexión espiritual, donde el silencio que permite una introspección profunda.

Las formaciones rocosas del Valle de los Hongos y de las Ranas es imperdible…

Cerca del lago, las caprichosas formaciones rocosas del Valle de los Hongos y el Valle de las Ranas invitan a los visitantes a maravillarse ante el poder escultor de la naturaleza. Estas piedras, talladas por la erosión a lo largo de miles de años, adoptan formas inusuales que parecen desafiar la lógica y la imaginación. Aquí, la naturaleza es un artista que juega con las formas y volúmenes, creando un espectáculo visual que recuerda la fragilidad y el paso del tiempo.

La cascada de Cusárare es un espacio revelador…

La fuerza indómita del agua, la cascada de Cusárare es un destino imperdible.

Durante la temporada de lluvias, el torrente cae con fuerza desde una altura de 30 metros, creando un espectáculo impresionante en medio de un bosque de álamos y pinos. El sonido ensordecedor del agua al chocar contra las rocas, combinado con la bruma fresca que llena el aire, transporta al visitante a un estado de asombro inocente, como si la cascada fuera un recordatorio de la insignificancia del ser humano frente a la magnitud de la naturaleza.

Vamos a Misión de San Ignacio

El pasado colonial de la región también encuentra su reflejo en la Misión de San Ignacio, un pequeño y encantador templo que data del siglo XVIII. La misión, construida por los misioneros jesuitas, es un símbolo del encuentro —a menudo violento— entre las culturas indígenas y europeas. Sin embargo, a lo largo de los años, los rarámuris han hecho suya esta estructura, adaptando sus rituales y ceremonias al cristianismo, pero manteniendo viva su propia cosmovisión.

Este es un encuentro con la cultura rarámuri

Para los viajeros que buscan algo más que paisajes, Creel ofrece una ventana íntima a la cultura rarámuri. En el Museo de la Cultura Tarahumara, ubicado en el centro del pueblo, es posible aprender sobre la historia, las tradiciones y el modo de vida de esta comunidad. A través de exhibiciones de textiles, utensilios y fotografías, el visitante puede vislumbrar una forma de vida que, aunque sometida a los embates del progreso, sigue manteniendo su esencia intacta.

Nos detenemos en pleno Centro Histórico y luego a lado del museo a degustar las exquisiteces del paladar… sus chilaquiles únicos con chiles locales, sus tamales con rellenos exóticos bañados en salsa de frijol bayo. ¡Delicioso!

En Creel, los rarámuris venden sus artesanías, como cestas de palma tejidas a mano y coloridas muñecas de trapo, en las plazas locales, y no son solo objetos decorativos, son manifestaciones tangibles de una cultura que ha resistido siglos de cambio, y que sigue floreciendo en el silencio de la sierra. Apoyemos sus esfuerzos, visitar Creel y aportar energía positiva resultara en una comunión que el universo agradecerá.

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