La Paz, Baja California Sur.- ¿Sabías que la manzana que se encuentra detrás de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, entre las calles Aquiles Serdán y Guillermo Prieto, Reforma e Independencia, y el predio del estadio de futbol “Guaycura”, fueron los primeros panteones de la capital de Baja California Sur?
El profesor Sealtiel Enciso Pérez, en entrevista con El Sudcaliforniano, dijo que a principios del siglo XIX las autoridades no permitían los asentamientos humanos en la ahora ciudad de La Paz, que en ese entonces solo servía como puerto para embarque y desembarque de mercancías.
Fue en 1930 cuando las autoridades dieron el visto bueno para que las personas pudieran establecerse en esta región del país, por lo que también permitieron la creación de un panteón en la manzana citada, donde el primer entierro fue el del español Juan Saralegui, y el segundo, el señor José Manuel Ruiz Carrillo, exgobernador de la península de Baja California, el 18 de septiembre de 1835, de acuerdo con el registro del fraile dominico José Morquecho.
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Expresó que este panteón desafortunadamente era afectado por las corrientes de agua cuando llovía, por lo que a veces era tan intenso el flujo que sacaba los cuerpos de las tumbas y los arrojaba al mar.
Por ello, el cabildo autorizó en 1852 la apertura de otro panteón más alejado de la zona centro que fue llamado “El Cementerio”, el cual se ubicó en el predio que hoy ocupa el estadio de futbol “Guaycura”, donde fueron enterradas muchas personas que murieron a causa de una epidemia de fiebre amarilla.
Hace unos años, en el periodo de gobierno de Carlos Mendoza, cuando se remodeló el estadio y se hicieron excavaciones para colocar el césped artificial, los trabajadores encontraron restos de los cuerpos de personas que fueron sepultadas en “El Cementerio” y que no fueron reclamados por nadie y por lo tanto no pudieron ser trasladados al panteón de los San Juanes que fue el reservorio de los restos enterrados en el “Viejo Panteón” y “El Cementerio”.
Labor que fue supervisada por los servicios de salud del estado, para evitar que algún vestigio del virus de la fiebre amarilla pudiera contagiar a alguien y propagar la enfermedad entre la población.
Los San Juanes nacieron como panteón en 1880 de forma muy irregular y desordenada, con tumbas aquí y allá, hasta que en 1900 el gobierno determinó ponerle orden.
Al mismo tiempo, los trabajadores del rancho “El Zacatal”, localizado a la altura del Ecoparque, consiguieron que las autoridades les permitieran crear un pequeño cementerio para sus deudos, un lugar donde se erigió una capilla para oficiar misas con “San Antonio de Padua” como su patrono, que con el tiempo se convirtió en el santo de las mujeres que querían casarse y que iban a pedirle el milagro de encontrar novio o marido, algo que, se dice, realmente ocurría.
Lamentablemente, relató el profesor Sealtiel, el santo fue robado, pero las misas se siguen oficiando en la capilla porque el panteón sigue funcionando.
Como parte de su historia, en la década de los ochentas del siglo pasado, la capilla, ya sin santo, al parecer fue sitio de ritos “satánicos”, al menos así lo relatan los periódicos de entonces, al encontrar en sus alrededores restos de animales muertos, sangre, veladoras, y muñecos de trapo.
Leyenda del panteón Jardines del Rercuedo
En épocas más recientes, en 1980, fue creado el panteón “Jardines del Recuerdo”, que al principio fue una especie de panteón particular, es decir, el dueño del predio cobraba por los entierros, no el ayuntamiento de La Paz.
Este cementerio también tiene leyenda, pues se cuenta que el propietario del predio de apellido De Alba se encontró un tesoro en el cerro que está detrás del panteón, por lo que mandó a construir la capilla, en realidad una iglesia dedicada a Nuestra Señora de Schoensttat, de origen polaco, la cual está semiabandonada, pero donde se ofician misas un domingo de cada mes.
Este predio finalmente pasó a manos de las autoridades municipales; y ya en 2017 cuando gobernaba La Paz, Rubén Muñoz, se construyó el nuevo panteón “Perlas del Paraíso”, nombre que se dio como resultado de un concurso ganado por una niña.
El panteón más grande de los seis que ha tenido la ciudad de La Paz, es el de los “San Juanes”, donde ya no se permiten entierros, a menos que sea de aquellos que en su momento compraron un espacio ahí, mientras que el más pequeño es el del “Zacatal”.
Cuenta la historia, narra el entrevistado, que una noche una mujer vestida de blanco, le pidió un viaje a un taxista, con la consideración de que al día siguiente cobrara en el lugar que ella le dijo porque no tenía dinero en ese momento.
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El taxista aceptó para evitar que le pasara algo a la mujer, por lo que la llevó hasta las puertas del panteón de los San Juanes; extrañado volteó al asiento donde se encontraba la joven, pero ella ya no estaba ahí.
Al siguiente día, fue al domicilio que le dijo la mujer, contó lo que pasó y las personas que lo atendieron le explicaron que sí conocieron a esa persona, pero ella había fallecido un año antes, por lo que al saber la noticia, el taxista se desmayó.
Historias, mitos y leyendas envuelven a los panteones de La Paz, y de todo el estado de Baja California Sur, concluyó el profesor Enciso Pérez, quien destacó el libro “La Paz, ciudad y puerto mexicano”, de Gilberto Ibarra Rivera, como fuente de información.