A partir de un proyecto titulado “Mar en Boca”, Yurixhi Ochoa descubrió que los pobladores de El Manglito eran mucho más que pescadores, puesto que esto sólo lo ejercen en ciertas temporadas y dependiendo si es temporada buena.
Este proyecto inició con la intención de visibilizar la importancia del que los pescadores/as tengan acceso al mar para pescar, actividad que se ve amenazada por el turismo y que genera graves consecuencias en la alimentación de los colonos como desnutrición y también consecuencias económicas, ya que la pesca es la actividad que sostiene en gran parte a las familias para adquirir bienes que no poseen.
A través de entrevistas Yurixhi se dio cuenta de que en El Manglito los hombres y las mujeres trabajan por igual, y son buzos/as o pescadores/as por herencia cuando hay temporada buena, sin embargo existen las temporadas buenas o puede no haber temporada para la pesca, y tanto hombres como mujeres además de trabajar en el mar saben de carpintería, mecánica, albañilería, diseño, trabajan en barcos o los limpian, para poder sortear estas situaciones, así como particularmente los hombres también se involucran en actividades domésticas como la cocina, ya que debido a que tienen que realizar campamentos durante la pesca han aprendido a cocinar y realizar actividades atribuidas regularmente a las mujeres.
Debido a esto Yurixhi menciona que al decir que el barrio de El Manglito es de familias pescadoras existe una reducción a lo que ellos son, pues más que eso, son personas fuertes, amorosas, llenos/as de historias de vida que conforman al propio barrio; también tiene otra peculiaridad, y es la familiaridad que existe entre ellos, ya que “cualquier integrante del barrio puede acudir cualquier casa y ahí se les alimenta, cuida y protege; ése es el barrio, la casa es todo el barrio”.
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