En 1993 la UNESCO declaró esta área geográfica de Baja California Sur patrimonio de la humanidad al ser santuario de ballenas en varios puntos, como la Reserva de la biosfera El Vizcaíno.
Esta bella ecorregión es refugio de la mayor parte de ballenas grises del planeta tierra en invierno, y que cuenta con una sofisticada riqueza natural en sus más de 2.5 millones de hectáreas, con sus más de 25 especies de plantas marinas lo que la hace única porque muestra su enorme riqueza inmaterial, y exótica cultura marina en peligro de extinción pero indispensable para la supervivencia humana.
Decenas de especies en aves, mamíferos, reptiles e insectos es posible admirar en estos días. De diciembre a marzo acampar también es imperdible.
Por siglos a sido el hogar de la ballena que a mitad de año concibe y el siguiente da a luz a sus ballenatos de 4 a 6 metros de longitud.
El encuentro con la ballena gris en la bahía de Magdalena, Baja California Sur, es en aguas cálidas y muy saladas, como en pocos lugares de la tierra. Nadie puede perdérselo. Es domingo y nos saludan los delfines, lobos de mar y elefantes marinos que reciben a las ballenas y a nosotros también, cual anfitriones del viaje.
El guía certificado, muy simpático, también nos recibe alegre en el paisaje de dunas blancas, cielo azul con nubes como de dulce de feria, y de pronto... los delfines juguetones! pero en esta ocasión no son los protagonistas; hoy es el día de las ballenas.
Y ahí está la primera... ya no existe nada más. Salta y se mueve en círculos tenía tiempo que ansiaba llegar ¡a tiempo! Siempre esto o aquello, pero ya decidí no faltar nunca más.
Porque con ellas hay que ser puntuales, sólo de diciembre a abril, si acaso, porque a veces, se van antes, en su andanza hacia el Polo Norte, lo que se llama círculo antártico, y ahora, con el cambio climático, han variado en su llegada, y esto ha alarmado a los expertos en el tema, que creen que descendió en los últimos tres años el número de ballenas que llegan, y con ello la vida.
Su larga travesía de entre diez y dieciséis mil kilómetros desde Alaska, nos distingue, porque la ballena gris es mexicana por elección propia. Nos demuestra la sabiduría de la naturaleza, que debemos respetar, y de que las ballenas están hechas de grandeza, de sangre caliente, de esfuerzo por llegar; y ahí me pregunto si ¿los del norte, los que llegan aquí, y los que van de migrantes más allá están hechos de lo mismo: de buscar lo mejor a riesgo de morir. Así es... muchas ballenas mueren, sobre todo de regreso, muchos ballenatos no aprenden lo suficiente, no aguantan la presión, son pequeños inexpertos frente a los depredadores. Las ballenas deciden, misteriosamente, tener el romance en agua cálida y familiar, y después de 12 ó 13 meses regresan al lugar de la cita, a Baja California Sur, a tener a sus ballenatos, a amamantarlos, a vivir y a enseñarlos durante ese corto periodo de tres o cuatro meses a sobrevivir, porque después hacen el viaje de regreso.
Se asoman…la primera ballena es Joven, y se arriesga a saludarnos, de inmediato una ola enorme mar adentro le confirma que hay que regresar…es la madre.
La lancha es rápida y el viento es frío, tenemos 5 grados, humildes ante la naturaleza vamos todos unidos en la misma dirección, olvidamos el idioma, nos comunicamos con expresiones de jubilo y quizá, de miedo. La pandemia nos ha enseñado eso.
Silencio total. Apagamos motores.
En círculos bajo nosotros se encuentra la madre de la primera ballena, juega a lo grande y nos hace rotar varias veces hasta alcanzar su sombra y luego aparece en otra dirección, donde la alcanzamos… Por fin! Salta y se deja ver en su majestuosa grandeza física y espiritual. La acaricio…Que alegría!
Porque…
Las ballenas de paso nos dan una lección de cordialidad y camaradería, de respeto por la naturaleza: salen en grupos acompañándose. Primero, las embarazadas, segundo las hembras listas para reproducirse, luego los machos adultos y al final los más jóvenes e inmaduros.
Conocer a los mamíferos que pasan la mayor parte de su vida viajando es una experiencia inolvidable, donde el acercarse y tocar con un poco de suerte a una ballena es una posibilidad privilegiada, o verlas disfrutar de un jugueteo suave, amigable, dulce y sensual sobre el mar, al lado de sus ballenatos es como un sueño; verlas saltar en el mar aún con sus 12 ó 15 metros!
Un encuentro sagrado donde cada invierno las ballenas viven nuestro Olimpo en alta mar.