Algo que distingue a cualquier lugar son sus tradiciones y costumbres, entre ellas sus vestimentas, bebidas, gastronomía y sus dulces regionales. En el caso de La Paz, el dulce de mango y de guayaba son los pilares. Estos tradicionales dulces, según versiones, tuvieron su origen en San Bartolo, Baja California Sur, donde estas frutas proliferan.
HISTORIA
Imelda Silva, conocida como parte de la famosa familia Silva, que son quienes mayor tradición tienen en cuanto al dulce regional en la zona, menciona que su abuelo Juan Silva Cota, originario de San Bartolo, compró su huerta en 1930 donde sembró guayaba y empezó a producir guayabate, pero debido a que el pueblo era pequeño su receta fue rápidamente replicada.
La huerta, la receta con sus tiempos, medidas y secretos, aún es conservada por la familia Silva, a través de la cual ya ha pasado por tres generaciones y endulzado a miles de turistas y residentes.
PRODUCCIÓN
Imelda cuenta que para poder producir y abastecer de dulces todo el estado trabajan duramente tanto en la huerta, sembrando, cosechando y cuidando los árboles frutales, así como en la propia elaboración de los dulces, la cual les lleva una jornada diaria de hasta 11 o 12 horas, en las cuales lunes y martes son dedicadas al dulce de guayaba y el resto de la semana al dulce de mango, aunque esto puede variar dependiendo de la temporada; mientras que intentan descansar los sábados, lo cual no siempre es posible debido a la demanda de los dulces.
En estas jornadas logran tener una producción de 120 barras de guayabate o bien dos cubetas de dulce de mango o de guayaba, las cuales se obtienen a través del trabajo de únicamente dos personas, e indirectamente otras más, pero todas parte de la familia.
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RESPONSABILIDAD Y TENDENCIAS
Imelda Silva es la única de entre la última generación de su familia que se interesó en este negocio, pues menciona que sus hermanos, primos, etc. decidieron emprender carreras profesionales y algunos también emigraron a otros estados, lo cual afecta la producción del dulce y la continuidad de la tradición, por lo cual los pocos productores sienten gran responsabilidad en mantener la calidad de sus productos y que de esta forma se mantenga la demanda de dulces y no muera la tradición, ya que de esta manera se continuará alimentando la economía local.
Además, agrega que no cualquiera puede hacer esto, pues implica una verdadera pasión y entrega, “esto es algo que te debe de nacer, como toda profesión, si no tienes la vocación no vas a obtener un buen resultado”, concluye Imelda.