¿Fantasmas en lugares icónicos de La Paz? esto dicen los relatos

Se cuentan "una y mil historias" de sus apariciones

Hugo Fimbres | El Sudcaliforniano

  · domingo 19 de febrero de 2023

En una ocasión tres jóvenes decidieron quedarse a dormir en el Jardín Velasco para ver el fantasma de la madrugada que aparecía a las tres de la madrugada. Foto: Hugo Fimbres | El Sudcaliforniano

La Paz, Baja California Sur (OEM-Informex).- Uno de los lugares más hermosos e icónicos de la ciudad capital que tiene gran afluencia durante todo el día, es sin duda el Jardín Velasco, pero a su vez a lo largo del tiempo sobre todo al caer la noche se cuentan una y mil historias sobre fantasmas y apariciones.

Corría la década de los años 80, eso sí en aquellos tiempos, las horas y las actividades eran relativas pues había jóvenes y estudiantes que se la pasaban horas en el kiosco del jardín, ya sea cantando, tocando un instrumento o bien leyendo la historieta o revista de moda. También les podría dar la madrugada y siempre había un pequeño cumulo de ellos y en ocasiones tenía que llegar la policía para decirles que se fueran ya a dormir.

Lee: El fantasma de la calle Revolución de 1910

Las bancas por su parte no eran tan cómodas, por ello el piso serbia literalmente como sillas imaginarias, hecho que no importaba porque era más importante estar presente con los amigos y amigas que llegaban poco a poco.

En una de esas noches tres jóvenes decidieron quedarse a dormir en el Jardín Velasco, pues entre los relatos que surgían en las pláticas estaba la de un fantasma que se aparecía a las 3 de la madrugada, hecho que inquietaba a los valientes adolescentes.

¿VERDAD O MENTIRA?

Quienes decían haberlo visto recalcaban que primero se escuchaba el maullido de un perro y que a lo lejos se podía percibir como un hombre vestido de los años de la revolución pasaba marchando, eso sí sin voltear a ningún lugar y que en cuestión de segundos se desaparecía.

Otros por su lado temblaban de miedo, pero esas historias no los detendrían, puesto que querían saber si lo que se decía era verdad o mentira.

Esa madrugada parecía ser la hora perfecta para que el fantasma hiciera su aparición y los tres jóvenes estaban más que listos, pero en vez de que el maullido de un perro se escuchara, un gato negro pasó corriendo por el kiosco, presagiando lo que vendría.

Los jóvenes que se ocultaban entre los arbustos pudieron ver como una sombra negra se iba formando con la silueta de un hombre, pero todo se volvió más fuerte ante la vista pues estos mismos vieron como le crecía una cola, como si fuera un demonio.

Prácticamente los jóvenes corrieron lo mas que pudieron, hasta llegar al malecón y de ahí se fueron a dormir a una de sus casas y al día siguiente cantaron a sus amigos y familiares lo que habían visto.

Ese hecho fue creíble para algunos y para otros no fue más que un invento de jóvenes que deseaban ser los más valientes y populares. Hasta el día de hoy, se siguen contando una y mil historias del hermoso Jardín Velasco.

El Tecolote siempre ha sido una de las favoritas de miles de personas, pero a su vez guarda una y mil historias a su alrededor. Foto: Hugo Fimbres | El Sudcaliforniano

EL FANTASMA DEL TECOLOTE

Una de las playas consentidas de los paceños y paceñas es sin duda alguna la del Tecolote, puesto que su mar posee un color azul que se va tornando en verde esmeralda, pero al caer la noche se vuelve todo un paraíso inolvidable, siendo a su vez una caja de historias y leyendas que se ocultan entre el vaivén de las olas.

Corrían los años de la década de los 90 y muchos de los jóvenes no entraban a sus clases y algunos de ellos ya tenían carros y aunque era un poco raro lo utilizaban también para ir a disfrutar de los atardeceres de su playa favorita, en este caso la del Tecolote.

En esas salidas también eran muy comunes el tomar alguna bebidas alcohólicas, mismas que pasaban de mano en mano, entre los divertidos chicos y chicas. Y, a decir verdad las horas transcurrían entre risas, anécdotas y la noche hacía su aparición.

Uno de los jóvenes tenía muchas ganas de hacer "pipi", por ello le dijo a su amigo que lo acompañara, pues estaba ya obscuro y le empezó a dar u poco de miedo porque solo se escuchaban sus voces.

UN SONIDO LOS DEJÓ CASÍ SORDOS

Ante ello vieron como una sombra se dirigía a ellos al igual con un sonido que los dejó casi aturdidos, los chicos comenzaron a correr con sus otros amigos y amigas, y aunque pareciera mentira las horas de tomar cerveza se vieron nada, pues el efecto del alcohol se las bajo en un segundo.

Todos salieron asustados al carro y lo prendieron cuanto antes para irse del paradisiaco lugar, al día siguiente los jóvenes le contaron a todos sus conocidos de su escuela de lo que había pasado en la playa el Tecolote, pero en vez de reírse fueron testigos de otros relatos que decían casi la misma historia.

Por otro lado, algunos turistas pudieron tener también algunos hechos sobrenaturales que los alteraron en esa noche, pues recordemos que en esa época no había tanta regulación sobre quien o quienes se quedaban a dormir en la playa.

Una noche como tantas un grupo de amigos que habían viajado desde Estados Unidos para conocer la ciudad capital y sus maravillas, habían invitado a su guía turístico a una pequeña fogata en la playa del Tecolote y así fue entre platica y plática les dieron las 3 de la mañana, fue cuando entonces una sombra fue cobrando cuerpo de una persona ante los ojos de los incrédulas personas.

La figura humanoide se difuminó en la fogata, hecho que desconcertó a todos los presentes, a lo que acentuó uno de ellos: “Si me lo hubieran contado, no lo habría creído”.

En la actualidad muchas personas siguen acudiendo a la playa, ya sea para disfrutar del lugar o ver los atardeceres de ensueño y algunos de ellos siguen diciendo que una sombra cuida sigilosamente el lugar.

El monte de la ciudad capital esconde un sinfín de historias y relatos que aun recuerdan muchos sudcalifornianos y sudcalifornianas. Foto: Hugo Fimbres | El Sudcaliforniano

EL NIÑO DEL MONTE

Décadas atrás muchos de los lugares que hoy en día lucen sumamente poblados eran simple y sencillamente un monte en el cual las personas tenían que pasar a cualquier hora, pues en aquella época no había postes de luz, ante ello muchos ciudadanos y ciudadanas comenzaron a ver a un pequeño que pasaba corriendo y que a los pocos segundos ya no estaba.

Corrían los años 80 en la ciudad capital, las horas eran un poco más lentas, pero no obstante todos los niños y niñas jugaban para aprovechar las horas del día, ya que al caer la tarde algunos de ellos realizaban sus tareas o miraban la televisión, pero había quienes se quedaban platicando aquellas historias de terror que nadie les creía.

Entre esos relatos el de un pequeño comenzó a ser tomado en cuenta, pues no solo él había visto a un niño que salía a jugar a las 10 de la noche y se perdía en el monte, puesto que a veces era algo común que los niños jugaran solos, pues las tardes de otoño e invierno eran más cortas.

Suscríbete aquí a la edición digital de El Sudcaliforniano

POCAS PERSONAS CREÍAN EN LAS HISTORIAS

Algunos adultos escuchaban las historias y relatos que aun descabelladas tenían lógica, pero no dejaban de ser platicas de niños y niñas, pero sin querer llamaron la atención de una abuela que vio por la ventana a la 1 de la madrugada correr a un niño.

Los hechos tomaron más relevancia cuando una noche dos adultos venían de tomar en un conocido bar de la zona Centro y al dirigirse a sus casas, observaron que un pequeño de unos 8 años aproximadamente se les acercó con una sonrisa de oreja a oreja, pero de la nada ya no estaba.

Prácticamente los dos hombres salieron corriendo hacía su vehículo sin rumbo definido, pues llegaron a pensar que era un ser maligno que se les había aparecido.

Una de las señoras que mas tenía tiempo viviendo en el lugar les dijo a los niños platicadores que tiempo hace mucho años había una familia muy humilde que tenía a un hijo que había fallecido por una pulmonía y que a ese pequeño le gustaba jugar mucho Futbol, que por lo tanto no debían asustarse, sino al contrario rezarle para que su alma descansara, pues tal vez no se había dado cuenta que estaba muerto.

Los niños y niñas en su inocencia compraron una veladora y la prendieron en su honor a su vez que cada vez que iban al catecismo le rezaban para que ya no estuviera penando.

El hecho comenzó a ser efecto pues cada vez lo veían menos y así fue como poco a poco su imagen se fue desvaneciendo, pero todavía hay quienes aseguran que ven correr a un pequeño cuando cae la noche.