La Paz, Baja California Sur.- Tras ocho meses de intentar que la empresa en la que prestó sus servicios, le entregara el finiquito correspondiente, el 14 de septiembre del 2017, Fernando Valencia Sotelo, recibió su tan ansioso cheque, el cual, nunca imaginó que gastaría cinco días después en boletos de avión para la Ciudad de México, para ayudar a las víctimas del sismo del 19 de septiembre de ese año.
A Fernando le apasiona su labor de bombero, narra que al enterarse de la tragedia que enfrentaba la gente en México tras el sismo, no dudó en ir a prestar sus servicios, la travesía fue toda una odisea.
El primer obstáculo, ¿quién nos ayuda con los boletos de avión?, en ese momento, señala, empezó a redactar oficios para llevarlos a distintos servidores públicos, la respuesta fue negativa, por lo que abrió un cajón en donde guardaba el cheque de su liquidación, lo tomó, decidió comprar su boleto y el de un acompañante.
Julián Avilés Espinoza, fue el elegido por Fernando, para que lo acompañara a emprender esta loable labor, ¿Por qué a él?, Fernando señala que Julián es su compañero de bomberos y sabía de la capacidad que este tiene.
Pero al momento hacer las maletas, llega de repente su hermana menor, Grisel Valencia Sotelo, paramédico, quien también se ha desempañado en el cuerpo de bomberos de la localidad de Pescadero, y la cual no dudó en sumarse a esta labor, por lo que Fernando tuvo que pagar otro boleto de su finiquito, los cuales dijo que por la premura, cada uno tuvo un costo de alrededor de 2,300 pesos (viaje sencillo).
El segundo obstáculo que los jóvenes rescatistas enfrentaron fue al llegar a la Ciudad de México, en donde reinaba el caos, la desolación, pero también la ayuda humanitaria, en donde Fernando, dice, pudo percibir que ante las tragedias los mexicanos se unen.
El obstáculo fue que los encargados de las zonas en desastre no les permitieron el acceso, por lo que en un descuido que estos tuvieron, corrieron y se infiltraron en el lugar.
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Quien les negó el acceso los siguió y regañó, sin embargo, les dijo que se dirigieran con el responsable de los trabajos de rescate en la textilera Simón Bolívar, tras identificarse como bomberos voluntarios de Pescadero de Baja California Sur, el encargado no dudó en darles luz verde para que se sumaran a estas tareas.
Fernando Valencia, comentó en este punto de rescate, la textilera, trabajaron alrededor de 15 horas, posteriormente se trasladaron al famoso Colegio Rebsamen, de ahí a los multifamiliares de Tlalpan y finalmente a las oficinas de Álvaro Obregón.
Señaló que lo más emotivo que vivió durante esta labor de rescate fue estar en los multifamiliares de Tlalpan, en donde al momento de alzar la mano como señal de silencio, lograban escuchar que había gente bajo los escombros, la cual pedía ser rescatada.
Si me escuchas, grita, llora, chifla, golpea, a la cuenta de 3, y entonces se escuchaba que gritaban ¡hay vida!, el cansancio de no dormir por horas valía la pena.
A un año de la tragedia, Fernando Valencia Sotelo, asegura que la mayor enseñanza que le dejó esta experiencia de alrededor de 10 días, fue la unidad de los mexicanos, así como el apoyo recibido por rescatistas de distintas partes del mundo.
*Este contenido fue originalmente publicado en septiembre de 2018