La Paz, Baja California Sur.- En el bellísimo pueblo minero de El Triunfo, en las épocas victorianas, cuando todo era romanticismo y las parejas sufrían en silencio por amor, vivía una hermosa joven de la cual se desconoce su nombre, pero a quien llamaremos Helena.
De acuerdo con Mayra Zamudio Gorozave, administradora de la página Historias y Remembranzas de BCS, Helena era hija de un ejemplar matrimonio perteneciente a la clase media alta; “Ella como muchas señoritas de aquella época fue educada bajo estrictas normas de comportamiento, que en esos tiempos fueron un patrón en casi todas las familias. A las chicas se les enseñaban buenas maneras y no podía faltar el adiestramiento en las labores del hogar. Muy a menudo se les educaba también en las cuestiones artísticas, era muy común que tocaran algún instrumento musical, como el piano y el violín”, describió.
EN UNA DE ESTAS CASAS VIVÍA HELENA
Casi en todas las casas había un piano y en las que no los muchachos se trasladaban a las viviendas vecinas para tocar el bello instrumento.
“Un día, Helena conoció al hombre que se robaría su corazón, al cual llamaremos Tomás. Él era todo un caballero, sólo que había un detalle que a los ojos de los padres de Helena era imperdonable, y es que era pobre. Se ganaba la vida labrando el campo y ése fue su pecado”, relató.
Indicó que cuando el padre de Helena descubrió aquel noviazgo le prohibió a su hija verlo. Los enamorados, sin embargo, encontraban la manera de comunicarse ya fuera por cartitas o en alguna escapada sin que se dieran cuenta los padres de la chica.
UN AMOR A PRUEBA DE TODO
Fue en uno de estos encuentros clandestinos que acordaron una forma de comunicación, pues a Helena le habían prohibido ya hasta salir de casa.
“Tomás, a cierta hora tallaría con una piedra la pared de la cocina de la casa de Helena, provocando un sonido que sólo ella identificaría y que le daría la certeza de que él había estado por ahí. Todos los días la joven esperaba la señal y se conformaba con aquella manera de su amado de hacerse presente”, narró.
Un día, el joven, a través de una carta, le comunicó que se iría a San José del Cabo a buscar un trabajo que le permitiera tener una mejor vida y así tener algo que ofrecerle.
“Esa carta le fue entregada a la señora del servicio, quien no se la pudo conferir a Helena ya que siempre estaba vigilada. Pasaron varios meses y ella creyó que su amado la había olvidado, pues no volvió a escuchar la señal. Cuando al fin la señora pudo darle la carta, el padre de Helena había conseguido ya un novio para su hija, según él acorde a su altura. Estaban a punto de concederla, cuando ella escuchó el característico sonido en la pared de la cocina. Con un pretexto inventado, salió a ver si era Tomás y se encontró con la sorpresa de que era él quien montado en su caballo le sonreía. Se abrazaron con desesperación y ella llorando le pidió que se fugarán”, contó.
“Fundaron un pequeño rancho en un lugar alejado donde iniciaron una hermosa familia llena de amor y lucha por salir adelante, sin nadie que interfiera en su relación, lejos de los prejuicios y de todos los que los señalaban. Este matrimonio llegó a ser tan sólido y duradero que conocieron hasta la generación de sus tataranietos y como en los cuentos de hadas fueron felices para siempre”, concluyó.