La Paz, Baja California Sur (OEM-Informex).- Durante la década de los años sesenta en La Paz se empezó a contar una leyenda de una mujer que estaba enferma y cada vez que los niños y niñas se portaban mal se les decía que venía la Vieja del centavo. Esta historia no era propia de La Paz, puesto que con la llegada de muchas personas de otros estados de la república mexicana, principalmente del centro del país fue cuando comenzó a popularizarse, eso sí agregándosele datos propios de la ciudad y calles con su nombre.
Las y los pequeños de la casas muchas veces tenían temor de abrir las puertas cada vez que tocaban, pues pensaban que era la temible viejecita.
En aquellos años la mayor parte de los hogares sudcalifornianos de las colonias populares estaban construidos con techos de madera y unas ventanas que permitían visualizar todo el espacio y es cuando las abuelas aprovechaban para contar la historia cuando un niño no quería hacer su tarea o un niña comenzaba a hacer su berrinche del día, eso sí recalcando con voz autoritaria que no era mentira.
Por su parte los adolescentes se reían del tema, pero siempre existía ese temor de que apareciera la mujer de avanzada edad.
CAUSABA MUCHO TEMOR
Se dice y se cuenta que la viejecita del Centavo recorría todas las calles de la zona centro para pedir unos cuantos pesos y poder sobrevivir, eral tal la revolución que armaba la señora que se escuchaban los portazos y los toquidos a todo lo que da. Muchos habitantes cerraban sus puertas y ventanas pues la boca de la viejecita decía puras maldiciones y cosas horrendas al no conseguir el preciado dinero para comprar comida.
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Lo peor de todo es que la viejecita padecía de una enfermedad que le llenaba su piel de erupciones, las cuales tapaba con algodones y pequeñas cintas que eran transparentes, pero lo que causaba temor fue que se comenzó a correr el rumor de que tenia lepra y que además si no le dabas los centavos que quería, se arrancaba los algodones te los aventaba a la cara o en alguna parte del cuerpo. A final de cuentas solo fue un rumor malintencionado que lleno de miedo a gran parte de la población paceña de aquella época.
Con el paso del tiempo los habitantes de la capital ya no volvieron nunca escuchar por las tardes los gritos y toquidos a las puertas, pero eso sí muchos jóvenes ya adultos comenzaron a hacer la broma de tocar las puertas y salir corriendo. Otros mencionan que el alma de la viejecita sigue recorriendo cada una de las antiguas calles y que se sigue escuchando el sonido un pequeño sonido de que hay alguien tocando las puertas.