La Paz, Baja California Sur.- La Joyería Don Chava, ubicada en el corazón de La Paz, en la calle Ocampo esquina con calle Guillermo Prieto, es más que un negocio, es un legado familiar que ha perdurado por tres generaciones.
Fundada en los años 50 por Salvador Hernández Ávila, un artesano que inició su oficio en la Ciudad de México, esta joyería se ha adaptado al paso del tiempo sin perder su esencia.
El origen de esta tradición se remonta a los talleres de joyería y platería donde Salvador aprendió el arte desde los 7 años, siguiendo los pasos de su padre. En aquella época, elaboraban desde pisacorbatas y mancuernillas, hasta polveras de oro y plata, eran productos que gozaban de gran demanda en las décadas de los 50 y 60.
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Una travesía que los llevó al mar
En los años 80, don Salvador, de 82 años de edad, y su familia decidieron trasladarse a Baja California Sur debido a razones de salud de su madre.
"Nos vinimos a La Paz por recomendación médica, pero también porque nos encantó la ciudad. Aunque al principio hubo desconfianza hacia nosotros como foráneos, con el tiempo logramos ganar la confianza de la comunidad".
Desde 1992, la familia Hernández atiende a sus clientes con la amabilidad y dedicación que les caracteriza en esta ciudad capital, en La Paz, al ofrecer servicios de reparación y creación de joyas personalizadas.
El propietario, junto con su hija Irma Liliana, quien combina sus estudios en relaciones turísticas con el oficio de joyería, mantienen viva la pasión por este arte.
Más que joyas: un legado
Además de reparar relojes y alhajas, la Joyería Don Chava destaca por crear piezas únicas que cuentan historias. "Cada pieza lleva un pedacito del alma", menciona Irma Liliana, al comentar que entre sus encargos más memorables, Salvador recuerda una gargantilla de estilo prehispánico que llegó a Francia, un ejemplo del alcance de su talento.
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Los clientes, algunos provenientes de lugares tan lejanos como Ciudad de México y Los Cabos, traen sus piezas para ser reparadas durante sus visitas a La Paz. Este vínculo con sus clientes, mencionan, se construyó a lo largo varias décadas y se refleja en su fidelidad.
La joyería abre sus puertas de lunes a sábado, de 9 a 4 de la tarde, y fines de semana cierran a las 2 p.m., para quienes buscan preservar o crear joyas con un toque artesanal y personalizado, por lo cual, invitan a la comunidad paceña y a visitantes a conocer su trabajo, un testimonio vivo de tradición y dedicación.