Un lugar en pie de lucha, aún y a pesar de todo, en las montañas de su sierra, donde existe la miseria, allá donde paradójicamente se encuentra el tesoro de su gente indígena la artesana que regala al mundo el arte de su talavera, y donde mágicamente como los grandes lugares de la tierra, como un milagro, subsisten alegres.
Orgullo es el sentimiento al recorrer a pie el centro histórico viviendo el pasado de una ciudad que se renueva alegre pero sobria, que le da un presente lleno de color de futuro algo que se puede disfrutar en su carnaval de San Jerónimo y en el Mercado de Analco.
Visitar a los artistas en Talavera Santa Catrina a las afueras de la ciudad es indispensable, como llevar por lo menos gravado en la memoria que es el santuario de la Talavera autentica, la de color azul y unas pocas naranjas, verde amarillo y negro…
Conservadora Puebla porque es necesario saborear los rituales para disfrutar la ciudad, hechos de tradición, pláticas amenas de política con su gente comprometida, es un placer como detenerse en “la pasita” frente al barrio de los sapos lleno de folklore y artesanía, para amenizar y echarse un quesito fresco y traguito de ese tradicional licor de pasa con caña de azúcar, licor que resulta un delicioso brebaje que endulza el alma y el recorrido que lleva directo a la catedral.
De arquitectura espléndida como el Palacio del Ayuntamiento con una preciosa portada de cantera extraída de las faldas del cerro de Loreto, y su emblema con elementos barrocos y pilastras, arquitectura que va de colonial, art noveau, churrigueresco a talaveresco referencia de grandes arquitectos mexicanos y clientes asiduos de sus fondas y restaurantes donde no debe perderse de sus guajolotes a base de pan.
Puebla ¡sabe a mole! Mole poblano auténtico y diferente al de los demás estados de la República, dulce y de ajonjolí, restaurantes repletos se observan al pasar, ofreciendo las delicias gastronómicas locales; difícil resulta elegir en cual saborear semejantes manjares, pero es justo en el portal Morelos inaugurado en 1943 y visitado por personajes muy picudos que no dejaron de cenar un buen mole, creado por las monjas poblanas del siglo XVII.
Importante resulta probar ese delicioso aperitivo, una de sus bebidas típicas, el menyul a base de jerez y hierbabuena que despierta hasta al más taimado, y fue creado en la época colonial cuando los españoles en su camino de Veracruz a la Ciudad de México pasaban a descansar a Puebla… cuenta la leyenda, que los indígenas les ofrecían bebidas para relajarse o sanar enfermedades estomacales ¡por glotones!
Ambiente juvenil, universitario se respira en sus calles, su Zócalo y la calle 5 de mayo que es la más concurrida y divertida por sus comercios bien establecidos ¡cero ambulantes! Y llena de atractivos históricos como sus dulcerías típicas: la de Santa Clara o La Central, inauguradas en su mayoría por las monjas de los antiguos conventos o la Iglesia de Santo Domingo llamada por estudiosos del tema la octava maravilla del mundo.
El valor artístico de la chula y de sus historias ¡como la de la China Poblana que deleitan la vista en un atardecer de cantera gris, dan testimonio de la naturaleza tranquila de su gente sana, de su sencillez salpicada de ajonjolí.
Las tradiciones, que son rituales y largas comidas deliciosas con escenografía en talavera y azulejos como fondo son a Puebla como las noches bohemias en los portales donde la trova es la reina en un sitio joven vivo, generoso y de dulce de leche con helado de vainilla, como sus bromas y corazones, un mundo por descubrir quizás tan sólo en un puente de vacaciones… un mundo a recordar al beber mi café en mi taza azul de talavera y sentir ¡que chula es puebla!
