La Paz, Baja California Sur.- “Si no hay cobijero no hay feria”, afirma Guadalupe Navarrete, un comerciante de cobijas que viaja por diferentes estados de México, entre ellos Baja California Sur, donde cada año se instala en el Carnaval de La Paz y la Feria de San José del Cabo, dos de las fiestas más tradicionales y grandes de esta entidad.
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Guadalupe tiene sesenta años y es originario de Guadalajara, Jalisco. Sin contratiempos accede amablemente a la entrevista con El Sudcaliforniano, a través de la cual nos platica su experiencia como cobijero, una actividad que practica desde hace treinta años y que aprendió de su padre y su tío, y ahora él enseña a sus hijos y nietos “porque sí se puede vivir de esto bien”.
Se queja un poco porque este año lo ubicaron a la orilla del espacio donde se desarrolla el Carnaval de La Paz, en la zona del malecón, cerca de los negocios que funcionan como cantinas, “porque no es un área familiar y la gente se distrae con la música”.
Comenta que normalmente lo ubicaban a la altura de la avenida cinco de mayo, frente al desaparecido restaurante “Kiwi”, pero eso no será pretexto para que haga su trabajo y venda la mayor cantidad de cobijas posible, indicando que de La Paz se trasladará a San José del Cabo.
Dice que a lo largo de un año acude a unas 10 ferias y fiestas tradicionales, porque algunas ferias duran hasta 20 días y los otros 10 los ocupa para instalarse. Precisa que al Carnaval de La Paz trajo cinco mil cobijas de todo tipo, de las cuales espera vender al menos la mitad y el resto se las llevará a las fiestas de San José, que son en el mes de marzo.
Recuerda que él aprendió a vender cobijas a los 15 años, cuando acompañaba a su padre, José Navarrete, y a su tío Juan Arenas, al recorrido por diferentes estados del país para vender telas por metro, primero, y cobijas, después, las cuales compran desde entonces a la fábrica San Marcos de Tlaxcala, hoy llamada Providencia.
Fue ahí en esos recorridos donde también aprendió el oficio de “merolico” que es una forma ingeniosa de hablar para atraer la atención de los clientes, que a veces le confiesan que solo iban por una cobija y salen con varios paquetes.
Explica que ellos no fabrican las cobijas, las compran a buen precio y las llevan a las ferias a venderlas a precios accesibles al público, porque el negocio está en la venta por volumen, de tal forma que en un buen día llegan a vender mil cobijas.
Una cobija que en una tienda te cuesta 1,800 pesos, nosotros te la vendemos en 800 pesos, por lo que es poca la ganancia por unidad, pero por eso vendemos en volumen, explica.
Afirma que detrás de los “merolicos” y el gran puesto en el Carnaval donde exhiben las cobijas con figuras de Peso Pluma, Natanael Cano, Julión Álvarez y Kareli Ruiz, entre otros, “porque ahora los artistas están de moda”, hay un gran esfuerzo económico debido a los gastos para apartar el espacio con anticipación, trasladar su camión con mercancía por el ferry, y pagar la estancia de su familia y trabajadores durante los días que dura el evento.
Aun así, dijo, vale la pena “porque todo es negocio, hasta el que vende pepitas hace negocio, lo que hay que meterle es creatividad”.
Comenta que ya tiene clientes que todos los años lo buscan en el Carnaval de La Paz, entre ellos hoteleros que van en busca de cobijas para adornar y darle colorido a los cuartos de los hoteles.
Revela que la venta de cobijas ya lo trae en la sangre, y destaca que el cobijero ya es un personaje central en las ferias y fiestas tradicionales, con sus expresiones ingeniosas, y la mercancía que siempre está cambiando, porque ayer eran las figuras de Frozen, Cars, y Disney las que rifaban, pero ahora son los artistas.
Menciona que aunque ellos no son fabricantes se sienten parte de la fábrica y están al día, de tal forma que tienen los diseños de las nuevas cobijas antes que nadie, porque las ferias ya tienen fechas y no pueden esperar.
Dice que el cobijero se ha convertido en un personaje básico de las fiestas y ferias, a tal grado que un día un grupo de rotarios de La Paz le dijo que tenían pensado poner la estatua de un vendedor de cobijas en el malecón, “pero quien sabe qué pasó, ya no se hizo”.
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Guadalupe Navarrete aseveró que seguirá con esta actividad hasta que tenga fuerza, pero sus hijos y nietos seguramente seguirán esta tradición familiar, dejando en claro que el Carnaval de La Paz continuará como una de sus escalas principales.