Formada por una hermosa bahía localizada en el extremo meridional de la península de Baja California Sur, esta población paso en pocos años de ser un desconocido y encantador pueblo pesquero, a ser uno de los destinos de playa favoritos en el mundo; además de ser una de las mecas de la pesca deportiva y el mejor destino golfístico de México.
Pero adentrarse a conocer algunos de los pueblos que aún conservan esa pureza ligada al mar, es imperdible aunque sea solo un paseo en coche.
Son los pueblos Misioneros de Baja California Sur los que ahora han de inspirarnos, por su naturaleza espiritual y sobria.
Bien vale la pena recorrer nuestra mexicana California porque a lo largo de los siglos los primeros ranchos, las casonas comunales más antiguas se erigieron en una extremidad peninsular separada de un cuerpo, nuestra península, alejándonos desde entonces del trajín cotidiano de las ciudades, del trajín del Mundo.
En San José de la Magdalena de cara al Golfo de California y en medio de la sierra de Guadalupe -que impone, es una de las comarcas más respetadas y antiguas, admirable por sus ganas de sobrevivir y donde aún se practica trueque, intercambio de mercancías, gente valiente que se aferra a esta tierra con dignidad.
Montados a caballo los rancheros se ponen de acuerdo como en antaño para ofrecer queso y carne, aceitunas que por cierto no son menos gourmet que otras, son mejores.
Mulegé situado a solo una hora es un oasis que hay que saber disfrutar en su vieja Misión. Cuenta con un hermoso río, algo que lo hace diferente.
Loreto, es posible descubrirlo a paso lento, conocer su Misión, caminar su malecón que si hablara nos contaría historias de gente felizmente aislada en la magia de este lugar, con imágenes que conocemos bien del mar y el desierto, pero que nunca son iguales.
San Miguel de Comondú se encuentra al paso, tierra adentro lugar utilizado desde 1714 por el Padre Juan de Ugarte como estación de paso ganadero y huerta de la Misión preciosa de San Javier, lo que le impulso en sus días y hasta hoy, sus empresarios luchones, amantes del campo, a saber que el calor sube por estos Lares. Su antiguo canal recoge el agua de lluvia que viene de lo alto de la sierra.
Comondú y sus pobladores aun producen y consumen dátiles exquisitos, uvas y pasas que de primera sembraron Los Jesuitas, semillas preciadas que deberíamos poder disfrutar más los locales. San José de Comondú está esperando ser visitada con su estructura de piedra levantada con manos jesuitas del siglo 18.
En el camino que nos lleva desde San Ignacio rumbo a el Océano Pacífico se observan antiguos caseríos y ranchos plagados de hierva el desierto, sitios que suenan a siestas, a guitarra y reflexión. Mas allá avanzar hacia el camino de dunas es mentalizarse a ser un explorador en medio de salitrales gigantescos que nos conducen a campos pesqueros y de ahí a los pueblitos Misioneros y dulces.
Llegando ya a la Purísima, que se caracteriza por sus huertos frutales un lugar para relajarse y comer lo propio lo que la tierra da.
El Rosario cuenta con una Iglesia del siglo XIX sencilla y limpia, como sus pobladores, donde existe un panteón que se sabe es el más antiguo de la península, imperdible es el santuario de cactus, donde se pueden admirar los diversos tipos de está planta medicinal a veces y mortal otras. Un reflejo del carácter de su gente.
La antigua Fundición conocida como Los Juanes se encuentra en San Antonio ubicado a escasos kilómetros, caminar su pequeño centro histórico y las ruinas de las rosas. Sea De paso vamos al lindo pueblito el Triunfo y sus museos con la hora de té. Detrás de la sierra que me confronta y recuerda el camino a casa, al final e inicio de la tierra, a Los Cabos, donde se levantan los Pueblos de San José y San Lucas, con su propia historia de Indígenas, centro histórico preservado, Misión, y Marina a navegar, con historia matizada por el futuro que tiene que ver con la modernidad…con el anhelado renacimiento.