El cuidado de una persona enferma, anciana o con un gran grado de invalidez ha estado de forma tradicional al cargo de una mujer de mediana edad. El cuidado ha sido casi siempre “un asunto femenino”
Enfermedades como el Parkinson, demencia senil, Alzheimer y cáncer, por mencionar algunas, requieren la atención de un cuidador primario (generalmente mujer) que asume la mayoría de responsabilidades.
Esta situación ocasiona que al poco tiempo de hacerse cargo del paciente su existencia quede sometida a este contexto, duro y sacrificado donde no tardan en aparecer las sobrecargas, el sentimiento de soledad y de desconexión con su entorno.
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Testimonio de Rosalía
La labor que realizan los cuidadores de personas dependientes no es sólo uno de los actos más grandes de amor, pero también poco reconocido por nuestros organismos sociales.
Al respecto, Rosalía, una sudcaliforniana de 40 años, refiere que durante dos años fue cuidadora de su madre, quien padecía demencia senil y falleció hace 8 años.
Recordó que tras recibir el diagnóstico tuvo que aprender a cuidar a su madre, una responsabilidad que le resultó muy difícil y agotadora ya que tenía que alternarla con su trabajo.
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Destacó que al principio se sintió muy sola y triste, ya que le dolía ver a su madre olvidando las cosas o diciendo incoherencias; “Tuve que contratar a una persona que fue un ángel para mí, quien me ayudó a cuidar a mi madre mientras yo cumplía con mis compromisos laborales”, precisó.
Para finalizar, exhortó a otras personas que están pasando por la misma situación a que tengan mucha paciencia y no se enfaden con sus enfermitos, sino que aprendan a distraerlos cuando tienen ideas obsesivas.
AMOR INCONDICIONAL
Aún existen grandes carencias en materia de apoyo y reconocimiento social de los cuidadores de personas dependientes.
El cuidado de una persona enferma o anciana ha estado de forma tradicional al cargo de una mujer de mediana edad. El cuidado ha sido casi siempre “un asunto femenino” y lo más complicado de todo ello era que, hasta no hace poco, todas estas mujeres no recibían asistencia, instrumentos o asesoramiento sobre cómo cuidar y cómo cuidarse.
Afortunadamente estos roles tradicionales están cambiando y aunque el “cuidador primario” sigue siendo por término medio una mujer, ésta ya dispone de mayores recursos, como centros de estancias diurnas, residenciales o el asesoramiento de formadores que capacitan a los cuidadores en la adecuada atención del enfermo dependiente.