Zürich, capital de Suiza es optimista y a pesar del Covid-19, ya esta flexibilizando las medidas de restricción, gracias a su vacunación y tan solo este domingo 9 de mayo, ya se veían algunos jóvenes disfrutando del nuevo sol junto al hermoso lago.
Ciudad ubicada entre Berna y Lucerna fue establecida a orillas del río Limmat que es donde están las más grandes y prestigiadas compañías banqueras.
Suiza, país de cuento, de Heidi, lugar que permite soñar, donde es posible apreciar los alpes cubiertos de nieve, país conformado por los celtas, alemanes y galos, y donde un tercio de la población son extranjeros.
Huellas del pasado celta se observan en sus calles de origen medieval porque la belleza de su arquitectura gótica y barroca le otorgan una belleza única e histórica.
Sus trenes a pie de calle son un hallazgo que ya quisiéramos.
Lo mejor es recorrer Zúrich andando la calle principal, la famosa Banhofstresse que se ubica justo enfrente de la legendaria estación de trenes construida en 1871, y pasar por la tradicional confitería Sprungli, una costumbre desde 1836, para probar su famoso postre Luxemburgeril, pastelillos llamados originalmente besos, aunque en aquella época era mal visto llamarlos así.
Y donde está el famoso Credit Suisse, callejuelas, ventanas angostas, relojerías, y tiendas de joyería, que tienen entre 100 y 150 años, escaparates llenos de elegancia, hoy, sin clientes.
Turicum en latín significa Zürich, fue puesto aduanero y un fuerte romano a la orilla izquierda del lago Linmat, desde entonces han creado y construido su grandeza de sus antepasados celtas.
Ciudad de glamour sobrio, porque el carácter de los zuriquenses es tímido y reservado.
En la edad media se convirtió en un centro económico, cultural y religioso, a lo largo del siglo XIII, cuando la ciudad consiguió acaparar poderes para ejercer el autogobierno a pesar de pertenecer al imperio romano germano en 1351.
No existen a la vista rascacielos ni excentricidades arquitectónicas que desentonen con la prudencia innata de los Zúrich, testimonio de ello resulta los tres monumentos en toda la ciudad, y están ahí en honor a empresarios emprendedores, y un sociólogo que impulsó las universidades públicas, que hoy son las mejores de Europa, que siguen siendo públicas, de donde han salido un puñado de premios Nobel.
Hoy en Covid-19, esta de moda hacer excursiones al aire libre en la nieve o el bosque, en bicicleta y o en barco a ciudades cercanas.
Su ambiente es Urban, recientemente han hecho de la antigua parte industrial de la ciudad, un centro para las artes y proponer esa deliciosa gastronomía a base de vino caliente, papas, carne y tomate que es imperdible, como su chocolate.
Zúrich no es sólo la ciudad de los bancos, es un sitio de científicos como Einstein, aun invierten mucho en ciencia y fue una meca cultural durante los siglos XIX y XX, un ejemplo son los múltiples compositores renombrados de Zúrich, muchos de los cuales llegaron como refugiados y hoy son parte del orgullo nacional que se exporta como el movimiento Daidista, que nació en el gabinete de Voltaire en 1916.
Sus ríos son testigos silenciosos, como sus habitantes, o como la iglesia de San Pedro donde está la esfera del reloj más grande de Europa.
Son sus laberintos, callejones con motivos pintados en sus muros, a visitar los vestigios romanos y salas de concierto (aun vacías), o sus teatros se mezclan con más de 500 bares y clubes que esperan ser abiertos a fin de año. Una inspiración o ilusión para saber que todo irá bien, al final todo es cíclico, y esperemos que sus grandes Bancos estén dispuestos a salvar humanos, sus gobiernos y capitales. Toda una Misión.
