/ miércoles 27 de julio de 2022

Manglares: Fuente de descarbonización y desarrollo

Especialistas y habitantes de la costa oaxaqueña destacan la capacidad de almacenamiento de carbono azul de estos ecosistemas, así como los proyectos de ecoturismo que ayudan a regenerarlos

El cambio climático se ha convertido en uno de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad, ya que en las últimas décadas ha causado enormes daños a los sistemas biológicos, sociales y económicos.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), México es uno de los 20 países más emisores de gases de efecto invernadero (GEI) dentro de los 195 que son considerados y el primero en Latinoamérica, además de ser uno de los más vulnerables en cuanto al impacto de los cambios en la temperatura media del planeta.

Pero también el territorio mexicano tiene un gran potencial para producir carbono azul, que es el carbono capturado por los ecosistemas oceánicos costeros del mundo, principalmente manglares, marismas salinas, pantanos y praderas marinas.

Según la Comisión para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, a nivel mundial existen unos 15.2 millones de hectáreas de manglar, de los cuales México cuenta con una superficie aproximada de 770 mil 057 hectáreas, 15 mil 718 de ellas en el estado de Oaxaca

Te puede interesar: De Londres a Monterrey: Evidencias de la emergencia climática

De acuerdo con distintas voces, esta región puede ayudar a contribuir a la mitigación y adaptación al cambio climático por medio de la conservación y restauración de los ecosistemas costeros.

En el caso de los manglares, su capacidad de captura y almacenamiento de carbono azul puede ser aprovechada para cumplir los objetivos de reducción de emisiones adquiridos en el Acuerdo de París.

Ecoturismo y reforestación

En 1997 el huracán Paulina tocó tierra en la costa de Oaxaca, y con él fue barrido el bosque de manglar más exuberante del litoral, conocido como el manglar del sistema lagunar de Tonameca, ubicado al sur de dicho estado.

De ahí surgió la acción de los pobladores de Ventanilla, la comunidad aledaña, transformada hoy en día en la experiencia ecoturística más importante de la región y el motor de las primeras experiencias de reforestación de manglares.

Desde entonces, en diversas áreas y con el financiamiento institucional se han generado proyectos de reforestación que ya han permitido acrecentar el conocimiento local sobre los manglares.

“El manglar es un ecosistema muy frágil, puesto que depende de la combinación natural de factores terrestres y marinos, además de que ofrece por sus riquezas un ambiente muy codiciado para desarrollar actividades e industrias que pueden implicar su destrucción, como son las granjas camaroneras, las marinas, puertos y el desarrollo inmobiliario”, dice a El Sol de México Faustino Escamilla Cortés, Presidente de la Administración de la Cooperativa Lagarto Real.

“Por otro lado, hay grandes superficies de manglar que han sido afectadas drásticamente de forma indirecta por obras de infraestructura que han alterado los flujos hidrológicos, tales como presas, bordos, canales y dragados”, añade.

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Según las condiciones de cada lugar, las especies de mangle pueden ser arbustos de baja altura o árboles de hasta 40 metros de alto y un metro de diámetro. Todos ellos son tolerantes a condiciones extremas de salinidad, a la inundación permanente o temporal, a la falta de oxígeno en el suelo y agua, así como a suelos inestables.

Cada especie de mangle ha desarrollado diferentes adaptaciones en sus raíces, hojas y tallos, por lo tanto podemos encontrarlos ocupando cada una un lugar especial, fenómeno que se llama zonación.

En Oaxaca tenemos cuatro de las seis especies de mangle que hay en el país, estas especies son: el mangle rojo (Rhizophora mangle), blanco (Laguncularia racemosa), negro (Avicennia germinans) y mangle botoncillo (Conocarpus erectus).

Para Faustino el objetivo es claro: Se trata hoy más que nunca de cuidar y proteger los recursos naturales, no solamente en el ecosistema de manglares, sino que también de las tortugas marinas. Y a la vez, de generar una fuente de empleo para la misma comunidad.

“De hecho, en temporada alta es una forma de vida para alrededor de 40 familias'', añade.

Advirtió que en fechas recientes, tras el huracán Agatha, los manglares se convirtieron en el refugio de cientos de especies, por lo que la reforestación debe ser una constante.

Argumentó que existen varias técnicas de siembra y que dependen de las condiciones de cada sitio, entre ellas la siembra directa, sólo para mangle rojo. Se trata de esparcir los hipocótillos de mangle rojo, uno por uno, directamente en el sitio. Es la técnica más fácil y económica.

Sin embargo, esto representa muchos riesgos para sitios donde hay influencia de corrientes, paso de gente o ganado y cambios drásticos del nivel de inundación, debido a que se pueden ahogar o secar.

“Normalmente se recomienda realizar resiembras en intervalos de 10 a 15 días para reponer los propágulos que mueran y conservar la densidad programada”.

Asimismo por la dispersión de semillas (para mangle blanco, negro y botoncillo). Lo cual implica esparcir las semillas en el sitio a reforestar. Esto es apto para lugares sin influencia de corrientes, humedad suficiente y sin presencia de ganado.

Esta actividad puede tomarla la comunidad y entre todos en sus trabajos cotidianos pueden propagar semillas en las áreas que conozcan y que necesiten recuperar. En el caso del Estacado (mangle blanco y botoncillo), para ahorrar tiempo y dinero se pueden cortar estacas de ramas maduras y sembrarlas directamente en el lugar. Aunque esto no es viable para grandes superficies.

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Otra técnica es el trasplante. Se trata de una opción para trasplantar las plántulas que nacen por miles en las bocabarras y orillas de las lagunas una vez que concluyen las lluvias. La mayoría muere en la época de secas o se ahoga en la próxima temporada de lluvias, por lo que se pueden poner en vivero hasta que alcancen buen tamaño y entonces ponerlas donde se requiera.

Por su parte, Atanacio Martínez Hernández, Secretario del Consejo de Administración de la Sociedad Cooperativa Servicios Ecoturísticos de La Ventanilla, señaló que actualmente la playa de la Ventanilla llega a recibir hasta 200 visitantes por día, esto en temporada alta, lo que permite que sus integrantes puedan sostenerse durante todo el año.

Refirió que “La cooperativa tiene convenios con agencias de viajes de Puerto Escondido y Huatulco para recibir grupos de turistas”; también realizan recorridos educativos con estudiantes, por medio de diferentes instituciones académicas.

Debido a la demanda que tiene este sitio como atractivo turístico, la Cooperativa se ve en la necesidad de tener nuevos espacios, y de mantener en buen estado con los que cuentan, como es Módulo de Información al Turista, una sala de Educación Ambiental y Rehabilitación de Cabaña Albergue, esto con el fin de dar una mejor atención al turismo.

Y debido a que aún no existe un lugar donde se puedan exponer por medio de la tecnología métodos para la protección ambiental, ni un sitio donde se realicen conferencias o pláticas para la conservación de su riqueza natural, con estos espacios se refuerzan el medio ambiente y sus recursos naturales.

Ambos coinciden en que los llamados “bosques del mar” controlan la erosión, forman una barrera natural anti huracanes e inundaciones y son un refugio para especies, pero sobre todo absorben y almacenan dióxido de carbono que es un mecanismo natural en contra del cambio climático.

Aunque no lo parezca, los manglares absorben en un año cinco veces más dióxido de carbono que los bosques tropicales, por lo que la ayuda de las autoridades y la sociedad en general es vital para su preservación y reforestación.

Finalmente destacan que una de las mejores formas para apoyar estos proyectos comunitarios es por medio de visitas para tener un experiencia responsable y de aprendizaje con la naturaleza, además de generar una derrama económica en la zona.



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De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), México es uno de los 20 países más emisores de gases de efecto invernadero (GEI) dentro de los 195 que son considerados y el primero en Latinoamérica, además de ser uno de los más vulnerables en cuanto al impacto de los cambios en la temperatura media del planeta.

Pero también el territorio mexicano tiene un gran potencial para producir carbono azul, que es el carbono capturado por los ecosistemas oceánicos costeros del mundo, principalmente manglares, marismas salinas, pantanos y praderas marinas.

Según la Comisión para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, a nivel mundial existen unos 15.2 millones de hectáreas de manglar, de los cuales México cuenta con una superficie aproximada de 770 mil 057 hectáreas, 15 mil 718 de ellas en el estado de Oaxaca

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En el caso de los manglares, su capacidad de captura y almacenamiento de carbono azul puede ser aprovechada para cumplir los objetivos de reducción de emisiones adquiridos en el Acuerdo de París.

Ecoturismo y reforestación

En 1997 el huracán Paulina tocó tierra en la costa de Oaxaca, y con él fue barrido el bosque de manglar más exuberante del litoral, conocido como el manglar del sistema lagunar de Tonameca, ubicado al sur de dicho estado.

De ahí surgió la acción de los pobladores de Ventanilla, la comunidad aledaña, transformada hoy en día en la experiencia ecoturística más importante de la región y el motor de las primeras experiencias de reforestación de manglares.

Desde entonces, en diversas áreas y con el financiamiento institucional se han generado proyectos de reforestación que ya han permitido acrecentar el conocimiento local sobre los manglares.

“El manglar es un ecosistema muy frágil, puesto que depende de la combinación natural de factores terrestres y marinos, además de que ofrece por sus riquezas un ambiente muy codiciado para desarrollar actividades e industrias que pueden implicar su destrucción, como son las granjas camaroneras, las marinas, puertos y el desarrollo inmobiliario”, dice a El Sol de México Faustino Escamilla Cortés, Presidente de la Administración de la Cooperativa Lagarto Real.

“Por otro lado, hay grandes superficies de manglar que han sido afectadas drásticamente de forma indirecta por obras de infraestructura que han alterado los flujos hidrológicos, tales como presas, bordos, canales y dragados”, añade.

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Según las condiciones de cada lugar, las especies de mangle pueden ser arbustos de baja altura o árboles de hasta 40 metros de alto y un metro de diámetro. Todos ellos son tolerantes a condiciones extremas de salinidad, a la inundación permanente o temporal, a la falta de oxígeno en el suelo y agua, así como a suelos inestables.

Cada especie de mangle ha desarrollado diferentes adaptaciones en sus raíces, hojas y tallos, por lo tanto podemos encontrarlos ocupando cada una un lugar especial, fenómeno que se llama zonación.

En Oaxaca tenemos cuatro de las seis especies de mangle que hay en el país, estas especies son: el mangle rojo (Rhizophora mangle), blanco (Laguncularia racemosa), negro (Avicennia germinans) y mangle botoncillo (Conocarpus erectus).

Para Faustino el objetivo es claro: Se trata hoy más que nunca de cuidar y proteger los recursos naturales, no solamente en el ecosistema de manglares, sino que también de las tortugas marinas. Y a la vez, de generar una fuente de empleo para la misma comunidad.

“De hecho, en temporada alta es una forma de vida para alrededor de 40 familias'', añade.

Advirtió que en fechas recientes, tras el huracán Agatha, los manglares se convirtieron en el refugio de cientos de especies, por lo que la reforestación debe ser una constante.

Argumentó que existen varias técnicas de siembra y que dependen de las condiciones de cada sitio, entre ellas la siembra directa, sólo para mangle rojo. Se trata de esparcir los hipocótillos de mangle rojo, uno por uno, directamente en el sitio. Es la técnica más fácil y económica.

Sin embargo, esto representa muchos riesgos para sitios donde hay influencia de corrientes, paso de gente o ganado y cambios drásticos del nivel de inundación, debido a que se pueden ahogar o secar.

“Normalmente se recomienda realizar resiembras en intervalos de 10 a 15 días para reponer los propágulos que mueran y conservar la densidad programada”.

Asimismo por la dispersión de semillas (para mangle blanco, negro y botoncillo). Lo cual implica esparcir las semillas en el sitio a reforestar. Esto es apto para lugares sin influencia de corrientes, humedad suficiente y sin presencia de ganado.

Esta actividad puede tomarla la comunidad y entre todos en sus trabajos cotidianos pueden propagar semillas en las áreas que conozcan y que necesiten recuperar. En el caso del Estacado (mangle blanco y botoncillo), para ahorrar tiempo y dinero se pueden cortar estacas de ramas maduras y sembrarlas directamente en el lugar. Aunque esto no es viable para grandes superficies.

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Por su parte, Atanacio Martínez Hernández, Secretario del Consejo de Administración de la Sociedad Cooperativa Servicios Ecoturísticos de La Ventanilla, señaló que actualmente la playa de la Ventanilla llega a recibir hasta 200 visitantes por día, esto en temporada alta, lo que permite que sus integrantes puedan sostenerse durante todo el año.

Refirió que “La cooperativa tiene convenios con agencias de viajes de Puerto Escondido y Huatulco para recibir grupos de turistas”; también realizan recorridos educativos con estudiantes, por medio de diferentes instituciones académicas.

Debido a la demanda que tiene este sitio como atractivo turístico, la Cooperativa se ve en la necesidad de tener nuevos espacios, y de mantener en buen estado con los que cuentan, como es Módulo de Información al Turista, una sala de Educación Ambiental y Rehabilitación de Cabaña Albergue, esto con el fin de dar una mejor atención al turismo.

Y debido a que aún no existe un lugar donde se puedan exponer por medio de la tecnología métodos para la protección ambiental, ni un sitio donde se realicen conferencias o pláticas para la conservación de su riqueza natural, con estos espacios se refuerzan el medio ambiente y sus recursos naturales.

Ambos coinciden en que los llamados “bosques del mar” controlan la erosión, forman una barrera natural anti huracanes e inundaciones y son un refugio para especies, pero sobre todo absorben y almacenan dióxido de carbono que es un mecanismo natural en contra del cambio climático.

Aunque no lo parezca, los manglares absorben en un año cinco veces más dióxido de carbono que los bosques tropicales, por lo que la ayuda de las autoridades y la sociedad en general es vital para su preservación y reforestación.

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