Tito Vasconcelos pide dos cosas antes de comenzar la entrevista: Que se le hable de tú, porque "es más cómodo", y que se platique de cosas interesantes pues –dice– durante muchos años han habido reporteros que hasta el signo zodiacal le han preguntado.
Mucha tinta se ha corrido sobre Tito, actor y productor teatral de primera categoría, maestro, empresario, activista, esposo, amigo de famosos y una persona profundamente culta, de esas que enseñan al hablar.
Y sin embargo se mueven de 1980, relato festivo contado por hombres homosexuales sobre lo que era vivir en el México de aquellos años, marca para Tito y el país un parteaguas. Para uno su salida oficial del clóset y para el otro el inicio del teatro gay.
Persona incómoda desde siempre, Tito es uno de los primeros artistas abiertamente homosexuales de México, padrino del travestismo nacional, iniciador junto con otros de La Marcha del Orgullo LGBT+, así como también embajador inagotable del teatro cabaret al haber creado los exitosos centros nocturnos Cabaretitos.
Producto de estas andanzas entre sus amistades se puede señalar a gente como la activista Nancy Cárdenas, el productor José Antonio Alcaraz, el actor Francisco Marín, los escritores Luis González de Alba, Luis Zapata y Carlos Monsivais, entre muchos otros que no alcanzan a caber en este párrafo.
Platicar con él es hablar con una de las pocas memorias que quedan vivas de la escena cultural del México setentero. Como Tito dice, ha tenido una vida muy interesante.
Y es que pocas cosas no ha sido Tito, sin embargo reconoce que las generaciones más jóvenes no saben su nombre ni lo que la comunidad artística gay sufrió en el México de la Dictadura Perfecta.
"Creen que inventaron la jotería, pero no", dice.
Asimismo, observa un país que aún no sale de la sorpresa por haber elegido a Andrés Manuel López Obrador como presidente, de quien Tito guarda malas memorias cuando el tabasqueño era jefe de gobierno.
Generoso desde siempre para con la prensa y los entusiastas de su legado, Tito Vasconcelos ha dejado tras de sí múltiples entrevistas pero que en su mayoría hablan de su pasado, no de dónde está ni a dónde quiere ir.
Sentado con la OEM en un café de su amada Zona Rosa, reflexiona sobre esa manía de la prensa por desandar sus pasos cada vez que lo ve: "Eso es el resultado de lo que soy, creo que a la mayoría de la gente le resulta más interesante el saber cómo llegué hasta acá. Pues como lo hacemos todos: Sobreviviendo, resistiendo, reinventando".
Dicho eso, Tito se va "como hilo de media".
"No sé si soy cómodo o incómodo, para quién o para quiénes, pero ya no me preocupa, la verdad. No creo tener la razón, sería muy soberbio de mi parte, pero tengo el derecho porque mi Constitución hasta el momento me permite expresar mis punto de vista con libertad".
Actualmente se encuentra preparando un espectáculo a estrenarse en septiembre en el que contará diez años de su vida durante los setenta y ochenta evocando al espectáculo Nacha de Noche, de la cantante argentina Nacha Guevara.
"Sé la historia que quiero contar pero no sé cómo la voy a contar, eso me lo va a sugerir el espectador".
Según explica, el proyecto nace de un cuestionamiento sobre lo que le ha tocado vivir y de un deseo aún no cumplido por escribir unas memorias.
Sin embargo, este regreso de Tito a los escenarios es producto en buena parte de las reflexiones que le dejó la pandemia.
"Lo aterrador en el primer año de la pandemia era que no había vacuna. ¿Nos vamos a morir todos o qué pedo? ¿La libré con el SIDA pero no con un catarro?
"Me lanzó a pensar en todas mis relaciones. Es decir, ¿dónde están ahora los amigos? Ahora podríamos por lo menos estar hablando por teléfono, podríamos estar en un Zoom y de repente te das cuenta de que son muy pocas las personas con las que puedes contar en una situación de crisis tan brutal como fue.
"Te hace revalorar y también perdonar y olvidar (...) tuve mucho resentimiento ese año. Y eso me ha obligado a pensar sobre mi vida, qué de interesante puede tener como para que alguien comprara mi biografía".
Luego de pandemia, obras interminables y cambios radicales, Tito asegura que la Zona Rosa aún es el lugar donde quiere estar, a pesar de que ha dejado de ser ese rincón bohemio en el que creció para convertirse en "territorio comanche", donde conviven coreanos, tables dance, narcos, galerías y cafés hipsters por igual.
A 25 años de comenzar su faceta de empresario, actualmente Tito mantiene abiertos tres centros nocturnos ahí: El Cabaretito Fusión, el Cabaretito Punto y Aparte y El Taller, donde su obsesión por la comedia acompañada de la bebida y la comida continúan vigentes.
Para él, los Cabaretitos siempre han representado un lugar seguro para los diferentes, pero sobre todo, un centro de la "diversión democrática", donde todo aquel que tenga para pagar una cerveza puede pasar un buen rato sin las constricciones de etiqueta y presupuesto que la industria del entretenimiento actual exigen.
"David (su esposo) y yo decidimos que íbamos a abrirle un espacio a esos jóvenes que no tenían un lugar para reunirse. Al principio estaba muy preocupado porque llegaban cinco chavos, pedían una cerveza y cinco popotes. ¿Cómo la íbamos a librar ahí? "Pero me dijo que iban a crecer y si los tratábamos bien iban a regresar. Y por supuesto que tenía toda la razón, tenemos una clientela muy fiel".
Según Tito, a pesar de un ambiente de corrección política y polarización extrema, la comedia sigue sirviendo como instrumento de diversión popular, pero también de reflexión social.
"La comedia persigue burlarnos de los personajes viciosos, de los estúpidos, de los mentirosos en todos los ámbitos (...) pero nunca de las víctimas.
"Entonces que se ofendan de lo que quieran ofenderse, no por el lenguaje incluyente. Que se ofendan por las mujeres que matan impunemente, por cómo los trata el gobierno".
Desde hace años Tito guarda distancia con la izquierda partidista mexicana, a la cual le recrimina entre muchas cosas un conservadurismo de clóset, así como una falta total de sentido del humor.
Para Tito, el melodrama es el opuesto de la comedia, pues en lugar de ver la vida mediante el crisol de los matices divide al mundo entre buenos y malos.
Así, con un presidente que dice ser de izquierda pero al mismo tiempo busca dividir al país en bandos, México está viviendo melodramáticamente según Tito.
"Estamos los chairos y los fifís, los conservadores y los liberales. Es una simplificación muy absurda. Las cosas no son buenas y malas, las cosas son complejas porque el pensamiento es complejo. Ojalá fuera tan sencillo reconocer la bondad de la maldad, no habría religiones".
El papel de la comedia en el México actual –dice– es reconocer estas disonancias entre el discurso de los políticos y las realidades nacionales y burlarse de ellas; una comedia de guerrilla, un chiste por acá, una actuación por allá. Al final de cuentas la comedia siempre ha estado en crisis.
Es por eso –dice– que la gran mayoría del stand up mexicano es una basura, porque hace de la ofensa y no la reflexión su eje.
"La comedia siempre fue perseguida porque se burlaba de los poderosos, (...) tratan de invisibilizarnos quitando el presupuesto para la cultura, falta dinero pero hay gente muy talentosa. Creo que todo tiene que reacomodarse, tenemos que aprender a sobrevivir otra vez. Necesitamos tiempo".
Aunque su carisma natural y experiencia le asegurarían miles de likes, Tito se reconoce alérgico a hacer cabaret vía Zoom, a Tik Tok, a los podcast y al reality show.
El primero le parece estéril al no haber interacción entre el actor y su público, el segundo le parece insulso, el tercero con pretensiones educadoras y el cuarto vulgar.
Ru Paul, por ejemplo, ha dado visibilidad a la estética drag, sin embargo se ha desperdiciado la oportunidad al darle prioridad al drama y el escarnio entre artistas.
Tito quizá regresaría a la radio si la propuesta surgiese, pero en la recta final de su vida se asume más como un maestro que como un protagonista.
"Yo prefiero entrenar gente en el cabaret para hacer comedia. Prefiero esa interacción con mis alumnos porque los puedo ver en la inmediatez cuando los logro provocar y hacer que les caigan el veinte. Prefiero en este momento dedicarme a la docencia que hacer podcast".
La acción –dice– se la deja a las generaciones más jóvenes, es a ellas a las que les toca echar para adelante las cosas que Tito y otros comenzaron hace décadas.
Según él, el activismo LGBT+ en México se ha conformado con centrar su agenda actual en el matrimonio; sin embargo aún quedan muchos temas en la agenda: aprovisionamiento de retrovirales suficientes en el sistema de salud, pensiones para trabajadores sexuales, protección para la tercera edad, programas para sordomudos.
"Estoy muy optimista porque he visto nuevos nuevos líderes que están trabajando con todas estas nuevas tecnologías pero hace falta todavía más, están muy acomodados en el ¿qué más se puede hacer? No basta con poder casarse, tengo que pelear por los derechos de mi gente.
"A mí ya no me da la energía para echarme una hora bajo el sol para deshidratarme y caerme muerto, pero hay chavos que sí. Mi trabajo es el de educador, contarles mi experiencia y decir que sí se puede, pero hay cosas que necesitan de una energía de la que yo ya carezco".
Para Tito ha llegado el momento de irse "despidiendo", así como lo hizo de a poquito y durante muchos años la actriz francesa Sarah Bernhardt con múltiples giras mundiales. El espectáculo de La Ópera o La Nacha será el primer paso.
Su idea es sacudirse un poco el letargo de los últimos dos años y ocuparse un poco más en los escenarios mexicanos antes de decir del todo adiós.
"Para mí también es una sorpresa estar aquí. Sin pretender ser un ejemplo para nadie, sí quiero mostrar que la resistencia paga, mantener los ideales, que el mantener la forma de vida y defender la forma de ser a la larga pagan".
"La frase de Galileo de la que partimos para Y sin embargo se mueven fue que después de que pasó por la Inquisición, por la cárcel, por todo, "digan lo que digan yo tenía la razón" y eso es fantástico. Yo me voy a seguir moviendo".
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