Han pasado 15 años desde que un grupo de ambientalistas intentó sin éxito despoblar de chivas la isla Espíritu Santo matándolas a balazos desde un helicóptero; el llamado chivicidio fue repudiado no sólo por gran parte de la población; más por los pescadores tradicionales de barrios y pueblos históricos como El Manglito, El Esterito, Agua Amarga, El Sargento y otras comunidades ribereñas, cuyos pobladores acudieron durante decenas de años a esta ínsula para cazar cabras y alimentar a sus familias, y en no pocas ocasiones para vender su carne en birrierías de La Paz.
Esta ganadería salvaje era para las familias de pescadores pobres fuente de proteína y en tiempos de mayor crisis también fuente de ingresos.
Luego del fracaso de esta ONG por el repudio a la matanza optaron por otra estrategia que tampoco funcionó: atraparlas en corrales en la propia isla para traerlas a la ciudad y entregarlas a los caprinocultores a fin de que incrementaran sus rebaños.
Nada de eso sucedió, los productores terminaron sacrificándolas porque las hembras no daban leche y los machos no rendían en carne; más de 100 años de degeneración genética de cruzarse entre el mismo grupo causó estragos; por si esto fuera poco, el intento de sacarlas vivas también se frustró y no hubo manera de atrapar a las cabras broncas casi salvajes; sólo se capturaron 250 de las 800 que habitan el sitio, y para este segundo intento ya habían gastado 2.5 millones de pesos, más de 5 según otras versiones. La tercera propuesta de la ONG Islas del Golfo de California fue matar las chivas en su propio hábitat pero quedó sólo en idea.
Y todo porque –según criterios ambientalistas- estos animales hacían daño a la flora y la fauna de la isla, decretada en mayo del 2007 como Área Natural Protegida, medida tomada 100 años después de que los buzos perleros introdujeran las primeras cabras a Espíritu Santo.
No hay datos oficiales, pero se calcula que luego a casi dos años del último intento por erradicar las cabras el número de ejemplares es de alrededor de mil; las mismas que había antes de que quisieran atraparlas vivas.
En corrales de la Universidad Autónoma de Baja California Sur se mantiene un rebaño de no más de 15 chivas isleñas con fines de investigación; hasta ahora lo más relevante es que las hembras no aceptan a machos de otras razas distintas a las de su grupo original, padecen depresión endogámica, es decir tienen serios problemas de fertilidad y dan muy poca leche. Sólo se han logrado 5 nacimientos y de éstos uno murió.
Investigadores de la UABCS han descubierto que no padecen ninguna de las enfermedades comunes de la especie, a pesar de no estar vacunados: Para fines productivos, la única alternativa es comercializar estas chivas como mascotas.