Jornaleros agrícolas, en situación de esclavitud

Muchas personas que trabajan en los campos agrícolas locales manifiestan haber sido son “enganchadas” con engaños

Daniela Pérez | El Sudcaliforniano

  · jueves 30 de enero de 2020

La esperanza de una vida mejor alienta la llegada de jornaleros a la entidad: Foto: José L. Villafuerte | El Sudcaliforniano

La Paz, Baja California Sur (OEM-Informex).- En 2016, llegaron al poblado de San Pedro Tapanatepec, del estado de Oaxaca, unas personas con una oferta de trabajo muy atractiva para los pobladores: jornada de 8 horas ganando hasta 290 pesos por día, con un contrato de 6 meses, con casa, comida y servicios.

MIGRACIÓN POR TRABAJO

En San Pedro, hay muy poco trabajo, sus habitantes son muy susceptibles a las propuestas laborales, pues aspiran a mejores condiciones de vida y a obtener mejores ingresos, por lo que una oferta de trabajo por más descabellada que suene, en lugar de dar desconfianza, es una esperanza de superación.

Edgar, de 24 años, junto a un grupo de personas originarias de diferentes pueblitos aledaños, fueron recogidos por un camión que los transportó hasta Topolobampo en donde abordaron el Ferry a través del cual cruzaron el Golfo de California y llegaron a La Paz.

LLEGADA A LOS CAMPOS

Una vez en la ciudad, un autobús de la empresa que los había contratado los recogió y los trasladó a los campos, en donde a Edgar todo le pareció normal, ya que estaba acostumbrado a trabajar en el campo en su natal Oaxaca, sin embargo, menciona que el contrato que les presentaron era muy diferente, y si bien, si incluían casa, agua, luz, comida, etc., esta se les iba a descontar de su sueldo, por lo que no había forma de evadir el pago.

El lugar a donde llegó Edgar era Melitón Albáñez, una localidad que se encuentra a 54.4 kilómetros de la ciudad de La Paz, Baja California Sur, en donde existen algunas casas donde viven las personas que se desempeñan como jornaleros, con el acceso a los servicios básicos como luz y agua, y en ese punto no tuvo otra elección que quedarse ahí con la intención de juntar dinero e irse.

Edgar señala que todas las instalaciones estaban controladas por las mismas personas de los pueblos que habían migrado del estado de Oaxaca pero que llevaban más tiempo viviendo ahí, y eran ellas mismas quienes se encargaban de hacer la comida y de toda la organización, por lo que dice, nunca le tocó conocer a sus jefes directos.

Edgar menciona que los hombres eran quienes trabajaban en el campo, y a pesar de que la política decía que los niños no tenían que trabajar, era sabido que los niños trabajaban empacando los productos del campo.

Sobre la población de Melitón, Edgar menciona que de las 3 mil personas, la mayoría eran jóvenes, que entre ellos imperaba el consumo de drogas, y que vivían en unas condiciones muy deplorables, con baños comunitarios donde no tenían privacidad al bañarse; también señala que no tenían señal de teléfono, mucho menos internet, por lo cual no tenían ningún tipo de comunicación con el exterior y con sus familiares.

JORNADAS LABORALES

Desde las 5 de la mañana, las personas empezaban a alistarse a tomar el café para prontamente abordar los camiones que los transportaba a los campos en donde las personas anotaban las horas que trabajaba y hasta se quedaban a hacer horas extra, sin embargo, al llegar al final de la semana, Edgar señala que solo le pagaron 80 pesos, por los descuentos de renta, servicios y la comida, lo cual generó mucha inconformidad.

Desde esa primera semana, Edgar reafirmó su decisión de ahorrar el mayor dinero posible e irse a La Paz a trabajar en obras de construcción, etc., y así fue, al llegar el final de la tercera semana, Edgar se organizó junto con otros jóvenes, los cuales incluso ni siquiera sabían hablar español, para irse de la comunidad.

SALIDA DEL CAMPO

Debido a que es una especie de unidad habitacional había entrada y salida controlada, pero durante el fin de semana daban permiso de salir a comprar a un tianguis que se colocaba a las afueras de la comunidad e incluso había taxis que llevaban a las personas a La Paz, por lo que a Edgar se le hizo fácil agarrar sus cosas e intentar irse junto con sus compañeros, sin embargo, señala que fueron interrogados y los intentaron detener a golpes, pero pudieron zafarse y caminar alrededor de 40 kilómetros de terracería para llegar a la carretera.

A pesar de que los niños no deben trabajar, hay casos en los que son ocupados para empacar productos del campo. Foto: José Luis Villafuerte | El Sudcaliforniano

Ahí tomaron un autobús que los transportó hasta La Paz, y lo pagó con el dinero que había podido ahorrar en esas tres semanas, que sumaron la cantidad de 150 pesos; ya en la capital, Edgar se acercó a un policía quien lo dejó hacer una llamada pero sus familiares no respondieron.

Sus compañeros si obtuvieron respuesta de sus familias quienes de manera muy rápida resolvieron el regreso de ellos a Oaxaca, pero Edgar tuvo que acudir como último recurso a un café internet a tratar de contactar a algún familiar, en donde abrió un Facebook y por fin dio con un primo que tenía un conocido en Los Cabos quien lo ayudó a regresar con el apoyo de su familia.

Actualmente, personas siguen yendo a su comunidad ofreciendo trabajo en La Paz como jornaleros agrícolas, y sigue existiendo esa migración, pero Edgar dice que es la necesidad y la esperanza de encontrar una mejor vida.

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Edgar ahora tiene 27 años, y después de haber vivido esta dura experiencia que llenó de angustia a su familia, ahora queda en un recuerdo y hasta su familia hace bromas diciendo, “haber, vete otra vez”, a lo que Edgar responde, “no, gracias, está difícil que regrese”.