Muchos sabemos que las cactáceas eran uno de los alimentos preferidos de los antiguos californios, sin embargo, como ellos caminaban por lugares donde no había agua, satisfacían esa necesidad a través de las mismas cactáceas, pues de ellas tomaban la humedad y se hidrataban.
Esto se conoce de acuerdo a los reportes que el padre Guillén hacía al virrey, y en particular por uno en el que solicita un segundo presidio, según comenta, Quintín Muñoz Garáyzar, divulgador del patrimonio cultural. En este reporte menciona que la cristiandad estaba muy endeble en la zona y que los indígenas eran muy libres, así que pide manden soldados para escarmentar a los aborígenes que eran belicosos y que vivían en los márgenes de la ensenada.
Y así fue, vinieron los soldados y esperaron en el manantial, que es la actual desembocadura de la calle 16 de Septiembre, la cual fluía permanentemente; así lo hicieron porque pensaron que los aborígenes en algún momento irían a beber agua.
AGUA DE CACTÁCEAS
Tiempo después escribe el padre Guillén, “¿cómo iban a venir a beber agua, si ellos toman la humedad de los nopales y de muchas hierbas?”, así que de la dieta que llevaban, rica en vegetales, sus cuerpos se adaptaban para las condiciones climáticas de la zona, y esto mismo pasaba entre los animales: tomaban la humedad de la flora, por eso para los antepasados era tan importante la cactácea.
A nosotros nos resta cuidar nuestros recursos florísticos, ya que como menciona Muñoz Garáyzar: “En algún momento nos pueden servir como alimento y podemos recurrir a ellos teniendo el conocimiento; incluso nos puede salvar la vida”.