/ sábado 30 de noviembre de 2024

Así fue como un barco cazador de ballenas dio nombre a Guerrero Negro

El legado del "Black Warrior" en Guerrero Negro, de la depredación hacia el ecoturismo

La Paz, Baja California Sur.– El 28 de noviembre de 1858, el barco ballenero estadounidense Black Warrior, bajo el mando del capitán Robert Brown, ancló sus velas en la laguna conocida hoy como Guerrero Negro, en la costa de Baja California Sur.

A la espera de capturar ballenas grises, la tripulación buscó resguardarse en las tranquilas aguas del canal de la laguna, pero el 10 de diciembre, tras un violento oleaje, el barco naufragó, dejando sus restos a la vista de futuras generaciones.

Sus despojos no solo marcaron el accidente de los norteamericanos, sino que décadas más tarde, bautizaron a una ciudad que surgiría de entre los salitrales y el desierto.

Lee: Todo lo que tienes que saber del Festival de la Ballena Los Cabos

La caza de ballenas: auge y declive de una industria global

En el siglo XIX, la caza de ballenas fue una actividad que se extendió por casi todos los mares del mundo, con Estados Unidos y Noruega a la cabeza de la industria ballenera, según relata José Soto Molina, en su libro “Cazaballeneros de Bahía Magdalena”.

Durante el apogeo de esta economía, las ballenas eran buscadas por su aceite, que se utilizaba en la iluminación, lubricación de maquinarias y elaboración de jabones.

El aceite de ballena se consideraba uno de los productos más valiosos en la era de la Revolución Industrial, esencial para el crecimiento de las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos (EEUU).

Gran Bretaña y EEUU se disputaban este recurso, especialmente tras la guerra anglo-española de principios del siglo XIX, que limitó el acceso de los barcos británicos a puertos en el Pacífico.

Los balleneros estadounidenses como el “Black Warrior” y otros, se aventuraban a las costas de Baja California buscando principalmente a la ballena gris, ya que sus canales y estuarios eran un refugio perfecto para la reproducción de la especie.

Las aguas de Ojo de Liebre y Bahía Magdalena fueron testigos de la cacería despiadada de estas criaturas, hasta que la industria llegó a su colapso a finales del siglo XIX debido a la sobreexplotación y al desarrollo de combustibles alternativos como el queroseno, que sustituyó al aceite de ballena como fuente de energía.

Economía de la caza y sus actores

La caza de ballenas involucró a numerosos países europeos y americanos. Estados Unidos, a través de sus puertos de Nantucket y New Bedford, dominó la industria a mediados del siglo XIX.

Se calcula que más de 10 mil ballenas eran cazadas cada año en los mares del Pacífico y el Atlántico, utilizando métodos tan rudimentarios como arpones manuales y barcos a vela.

La competencia entre países se intensificó durante la Revolución Industrial, ya que el aceite de ballena era fundamental para la maquinaria industrial, la producción de jabón y la iluminación de las ciudades.

Noruega, por otro lado, lideró una modernización de la industria con la introducción del arpón explosivo, inventado por Svend Foyn en 1868, que revolucionó la caza industrial de cetáceos.

Sin embargo, la brutal caza trajo consecuencias devastadoras para la ballena gris, llevándola casi a la extinción.

La disminución en la población de ballenas hizo que la industria se volviera insostenible y que los precios del aceite aumentaran considerablemente, hasta que, hacia finales del siglo XIX, el uso del petróleo y la electricidad reemplazó de manera definitiva al aceite de ballena.

Guerrero Negro: de la caza de ballenas al turismo sostenible

Hoy, Guerrero Negro es un lugar muy diferente al que conoció el “Black Warrior”. Lejos quedaron los tiempos de la masacre de ballenas, y en su lugar, la laguna de Ojo de Liebre es ahora uno de los principales destinos de avistamiento de ballenas en el mundo.

La población ha encontrado un nuevo rumbo en el turismo ecológico, atrayendo a miles de visitantes cada año que buscan observar a la ballena gris en su ambiente natural.

Guerrero Negro, hoy es una población aproximada de 15 mil habitantes, es actualmente un centro económico importante en la región gracias a la salina más grande del mundo, operada por Exportadora de Sal S.A. de C.V. (ESSA), fundada oficialmente en 1954 por el empresario estadounidense Daniel Ludwig.

Guerrero Negro se ha consolidado como una localidad próspera, que combina su riqueza natural con la actividad industrial para sostener a su población y proteger su entorno único.

Según describe Leonardo Reyes Silva en el libro “Relatos de la California Mexicana”, cuando se comenzó a formar el pueblo de Guerrero Negro, sólo los dueños de la empresa salinera conocían de este hecho dado que toda esa información estaba en inglés.

Señala el historiador que, de haberlo sabido el pueblo “quién sabe si le hubieran puesto ese nombre”, ya que “esa goleta y muchos más barcos procedentes de las islas de Hawái y San Francisco casi acabaron con las ballenas grises, en su afán de enriquecerse a costa de su carne, de su aceite y de sus huesos”.

En un giro irónico del destino, la misma especie que estuvo a punto de desaparecer se ha convertido en el emblema del lugar.

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La observación de ballenas grises es ahora uno de los pilares económicos de Guerrero Negro, una actividad que simboliza la transición de la depredación hacia la conservación y el ecoturismo.

La Paz, Baja California Sur.– El 28 de noviembre de 1858, el barco ballenero estadounidense Black Warrior, bajo el mando del capitán Robert Brown, ancló sus velas en la laguna conocida hoy como Guerrero Negro, en la costa de Baja California Sur.

A la espera de capturar ballenas grises, la tripulación buscó resguardarse en las tranquilas aguas del canal de la laguna, pero el 10 de diciembre, tras un violento oleaje, el barco naufragó, dejando sus restos a la vista de futuras generaciones.

Sus despojos no solo marcaron el accidente de los norteamericanos, sino que décadas más tarde, bautizaron a una ciudad que surgiría de entre los salitrales y el desierto.

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La caza de ballenas: auge y declive de una industria global

En el siglo XIX, la caza de ballenas fue una actividad que se extendió por casi todos los mares del mundo, con Estados Unidos y Noruega a la cabeza de la industria ballenera, según relata José Soto Molina, en su libro “Cazaballeneros de Bahía Magdalena”.

Durante el apogeo de esta economía, las ballenas eran buscadas por su aceite, que se utilizaba en la iluminación, lubricación de maquinarias y elaboración de jabones.

El aceite de ballena se consideraba uno de los productos más valiosos en la era de la Revolución Industrial, esencial para el crecimiento de las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos (EEUU).

Gran Bretaña y EEUU se disputaban este recurso, especialmente tras la guerra anglo-española de principios del siglo XIX, que limitó el acceso de los barcos británicos a puertos en el Pacífico.

Los balleneros estadounidenses como el “Black Warrior” y otros, se aventuraban a las costas de Baja California buscando principalmente a la ballena gris, ya que sus canales y estuarios eran un refugio perfecto para la reproducción de la especie.

Las aguas de Ojo de Liebre y Bahía Magdalena fueron testigos de la cacería despiadada de estas criaturas, hasta que la industria llegó a su colapso a finales del siglo XIX debido a la sobreexplotación y al desarrollo de combustibles alternativos como el queroseno, que sustituyó al aceite de ballena como fuente de energía.

Economía de la caza y sus actores

La caza de ballenas involucró a numerosos países europeos y americanos. Estados Unidos, a través de sus puertos de Nantucket y New Bedford, dominó la industria a mediados del siglo XIX.

Se calcula que más de 10 mil ballenas eran cazadas cada año en los mares del Pacífico y el Atlántico, utilizando métodos tan rudimentarios como arpones manuales y barcos a vela.

La competencia entre países se intensificó durante la Revolución Industrial, ya que el aceite de ballena era fundamental para la maquinaria industrial, la producción de jabón y la iluminación de las ciudades.

Noruega, por otro lado, lideró una modernización de la industria con la introducción del arpón explosivo, inventado por Svend Foyn en 1868, que revolucionó la caza industrial de cetáceos.

Sin embargo, la brutal caza trajo consecuencias devastadoras para la ballena gris, llevándola casi a la extinción.

La disminución en la población de ballenas hizo que la industria se volviera insostenible y que los precios del aceite aumentaran considerablemente, hasta que, hacia finales del siglo XIX, el uso del petróleo y la electricidad reemplazó de manera definitiva al aceite de ballena.

Guerrero Negro: de la caza de ballenas al turismo sostenible

Hoy, Guerrero Negro es un lugar muy diferente al que conoció el “Black Warrior”. Lejos quedaron los tiempos de la masacre de ballenas, y en su lugar, la laguna de Ojo de Liebre es ahora uno de los principales destinos de avistamiento de ballenas en el mundo.

La población ha encontrado un nuevo rumbo en el turismo ecológico, atrayendo a miles de visitantes cada año que buscan observar a la ballena gris en su ambiente natural.

Guerrero Negro, hoy es una población aproximada de 15 mil habitantes, es actualmente un centro económico importante en la región gracias a la salina más grande del mundo, operada por Exportadora de Sal S.A. de C.V. (ESSA), fundada oficialmente en 1954 por el empresario estadounidense Daniel Ludwig.

Guerrero Negro se ha consolidado como una localidad próspera, que combina su riqueza natural con la actividad industrial para sostener a su población y proteger su entorno único.

Según describe Leonardo Reyes Silva en el libro “Relatos de la California Mexicana”, cuando se comenzó a formar el pueblo de Guerrero Negro, sólo los dueños de la empresa salinera conocían de este hecho dado que toda esa información estaba en inglés.

Señala el historiador que, de haberlo sabido el pueblo “quién sabe si le hubieran puesto ese nombre”, ya que “esa goleta y muchos más barcos procedentes de las islas de Hawái y San Francisco casi acabaron con las ballenas grises, en su afán de enriquecerse a costa de su carne, de su aceite y de sus huesos”.

En un giro irónico del destino, la misma especie que estuvo a punto de desaparecer se ha convertido en el emblema del lugar.

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La observación de ballenas grises es ahora uno de los pilares económicos de Guerrero Negro, una actividad que simboliza la transición de la depredación hacia la conservación y el ecoturismo.

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