La Paz, Baja California Sur. - Para la maestra Yessica Azucena Núñez Morales, el amanecer trae consigo el inicio de un largo recorrido.
Cada día, desde hace tres años, se despierta antes de las cinco de la mañana para emprender un viaje de más de 160 kilómetros que la llevará de La Paz a Cabo San Lucas, donde enseña en un preescolar.
Esto significa que recorre aproximadamente 320 kilómetros diarios, lo cual se traduce en más de 70 mil kilómetros cada año, considerando el ciclo escolar y algunos días extra.
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Es una rutina que requiere disciplina y organización, pero es una decisión que tomó consciente de los costos y oportunidades que implica.
Trabajo en equipo
A las 5:40 horas, Yessica se encuentra con otros cuatro docentes en el estacionamiento de un supermercado ubicado en la salida sur de La Paz.
Juntos, comparten el trayecto hacia Cabo San Lucas, un viaje que dura alrededor de una hora y media y en el que sortean el tráfico y los imprevistos de la carretera transpeninsular.
"Somos un equipo de cinco maestros, cada uno tiene asignado un día para poner el carro", explica Yessica. Esta estrategia les permite dividir los costos de gasolina y el desgaste del vehículo.
La jornada escolar comienza a las 8:30 horas, y el grupo debe estar en Cabo San Lucas al menos una hora antes para distribuirse en las diferentes escuelas donde trabajan.
Tras finalizar su horario de clases a las 12:30 horas, Yessica inicia la travesía de regreso. Salen de Cabo San Lucas cerca de las 13:30 horas y llegan a La Paz alrededor de las 15:00 horas.
Aunque el turno matutino le permite tener la tarde libre, Yessica comenta que "las horas de carretera y el desgaste físico son considerables".
En su experiencia, el turno vespertino, que termina a las ocho de la noche, haría imposible mantener una vida familiar y personal en La Paz.
Los Cabos inalcanzable
Mudarse a Los Cabos podría parecer una opción lógica para evitar el desgaste diario, pero la realidad económica de la región lo dificulta. "Las rentas en Cabo San Lucas son carísimas, incluso compartiendo vivienda", comenta Yessica.
Comparando los costos, considera que es mucho más viable cubrir los tres mil pesos quincenales que gasta en gasolina que intentar pagar una renta de más de 10 mil pesos al mes.
Además, vivir en Los Cabos suele implicar la necesidad de compartir la vivienda con otros inquilinos y un segundo empleo para mantener un nivel de vida digno.
Son muchos los docentes que viajan diariamente desde La Paz a Los Cabos, reflejando la falta de infraestructura accesible para los trabajadores del sector educativo en la región.
"En el grupo de maestros que viajamos juntos, cuatro de nosotros tenemos doble trabajo, ya sea dando clases particulares, montando negocios propios o impartiendo talleres", señala.
Para Yessica, esa es la forma de poder sostener su estilo de vida y al mismo tiempo construir un patrimonio en La Paz.
Impacto en su vida
La rutina de viajes tiene un impacto en la salud física y mental de Yessica. "El primer ciclo que empecé a viajar a Los Cabos tuve un desorden en el sueño por el mismo estrés", recuerda.
El temor de quedarse dormida, de tener un accidente en carretera, y la presión constante de llegar a tiempo, provocaron insomnio y estrés crónico.
Para enfrentarlo, ha recurrido a terapias psicológicas y psiquiátricas, además de aprender a escuchar a su cuerpo.
"He aprendido a respetar mis horas de sueño, hacer ejercicio y mantener una buena alimentación, pero sin exagerar. Si mi cuerpo me dice que necesita descansar, le hago caso".
Vocación de por medio
A pesar del cansancio, Yessica mantiene un compromiso sólido con sus estudiantes. Cada mañana lleva consigo una lonchera con fruta, café y colaciones para mantenerse con energía durante la jornada escolar. "No podemos sobrevivir solo a base de café", dice entre risas.
"Es importante estar bien alimentados para poder rendir y dar lo mejor de nosotros en el aula". Su familia la apoya en su decisión.
"Prefiero pagar una casa propia en La Paz que una renta exorbitante en Los Cabos. Es una decisión que tomé para poder estar cerca de mi familia y tener un patrimonio".
Yessica encuentra en sus estudiantes la motivación para seguir adelante. "Lo que me motiva es que ya tengo mi plaza, mi trabajo seguro. Ya no tengo que preocuparme por dónde me van a mandar cada año. Este es mi lugar, y quiero hacerlo lo mejor posible", afirma.
Además, participar en cursos y formaciones continuas la mantiene enfocada y motivada. "Estar siempre aprendiendo me ayuda a mantenerme cuerda y a seguir creciendo como docente".
¿Cómo podría ayudar el gobierno?
Cuando se le pregunta qué cambios podrían facilitar la situación de los maestros que, como ella, viajan diariamente, Yessica menciona el sueño de un bono para gasolina.
"Sería maravilloso recibir un apoyo extra para cubrir los costos del transporte. Lamentablemente, sabemos que es un sueño lejano, pero eso no quita que sea una necesidad real para muchos de nosotros".
Aun así, reconoce que, dentro de lo que cabe, la carretera de cuatro carriles facilita los traslados y permite que muchos maestros puedan optar por esta alternativa sin tener que mudarse.
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La historia de Yessica es un ejemplo del compromiso de los docentes en Baja California Sur. Cada kilómetro recorrido es un esfuerzo por garantizar una educación de calidad, un compromiso con sus estudiantes y un deseo de construir un mejor futuro para sus familias.
"Nos gusta nuestra carrera, pero también tenemos claro que nuestra salud y nuestra familia son lo primero".
La historia de Yessica es también un llamado a las autoridades para valorar el trabajo de los docentes y considerar sus realidades al diseñar políticas públicas. Porque, como dice ella, "si no estamos bien nosotros, no podemos estar bien para nuestros estudiantes".