La Paz, Baja California Sur.- ¿Cómo pasaron Los Cabos y otros lugares de Baja California Sur de ser comunidades de pescadores y ejidatarios a destinos turísticos de talla nacional e internacional?
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¿Cuál ha sido el impacto del desarrollo de la industria turística en el valor del suelo con frente de playa que hoy representa una danza de millones de dólares en transacciones económicas y el cierre de playas que actualmente forman parte del paisaje de hoteles y fraccionamientos privados?
Para la doctora Carmina Valiente Barahona, profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, la playa es el recurso central del desarrollo turístico e inmobiliario de esta región del país.
En el contexto, explica, el turismo fue siempre el sueño, la vía de Baja California Sur, un estado casi insular, para conectarse con el macizo continental y mantener este territorio como mexicano ante las ambiciones expansivas de Estados Unidos.
El turismo en Baja California Sur, explica, ha pasado por varias etapas desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial, comenzando con el desarrollo de la industria náutica y de resorts de pesca deportiva, pequeños hoteles que recibían a los turistas que llegaban en avión o por mar, porque no había carretera Transpeninsular.
Cuando se construye esta obra en los años setentas y Baja California Sur se convierte en un estado autónomo (1974), la industria turística experimenta un crecimiento diferente, y con el apoyo del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) detonan los centros integralmente planeados de Los Cabos y Loreto.
Con el auge internacional del turismo de sol y playa a nivel mundial y un aeropuerto internacional en Los Cabos, comienza, asimismo, la llegada de grandes inversiones del sector turístico, por lo que los pequeños resorts para la pesca deportiva como Las Cruces, Palmilla y Hacienda venden sus propiedades a cadenas de hoteles como Hilton y Barceló.
En consecuencia, lo que fueron espacios de vida para los pescadores, ejidatarios y lugareños se comienzan a perder y es que la playa como recurso central para atraer inversiones hace que todo mundo se concentre cerca del mar.
Carmina Valiente precisa que este modelo de turismo, de grandes hoteles y fraccionamientos privados cerca del mar, es una copia española de zonas como Mallorca y las Islas Canarias.
Hoy en día, comenta, personas que trabajaron en la planificación de los centros turísticos de los años setentas y ochentas en México, están decepcionados de lo que sucedió, “porque se les salió de las manos”.
Y es que “una vez que abres un territorio a grandes capitales, pones un aeropuerto internacional, tienes paquetes todo incluido y luego liberalizas la propiedad de la tierra, que había estado protegida desde la revolución, la tierra ejidal; cambias las leyes para que los extranjeros puedan comprar tierra, y cambias la ley de inversión extranjera, comienzan a llegar los grandes capitales, que son clusters, porque no solamente es el hotel, sino también agencias de bienes raíces, vuelos con paquetes etc.”.
EL NEGOCIO INMOBILIARIO
De acuerdo con la investigación doctoral “Sin playas no hay paraíso. Ecología política de playas en destinos turísticos. El caso de Baja California Sur”, de Carmina Valiente, en esta entidad hay seis corredores costeros que están insertados en el mercado global de bienes raíces: Los Cabos, Cabo del Este, Todos Santos, La Paz, Loreto y El Cardonal-Los Barriles.
La investigación revela que entre 2008 y 2017, se identificaron 109 agencias de bienes raíces que venden propiedades con frente de playa, de estas, 19 son internacionales, como Remax, Century21, CB Richard Ellis, Prudential Realty, Coldwell Bankers, Sotheby's International Realty. Varias de ellas establecen agencias locales para facilitar las transacciones.
Asimismo, se obtuvo una lista de 91 propiedades en venta, con frentes de playa que van de 50 metros a 83 kilómetros, con extensiones que oscilan entre 1 hectárea y 16 mil hectáreas. Todas ellas comercializadas en dólares y como tierra de inversión.
La suma de estas 91 propiedades es de 347 kilómetros, lo que representa el 16.6% de los 2,131 kilómetros del litoral de Baja California Sur.
Carmina Valiente aclara que no todo el litoral tiene playas, muchas zonas son rocosas e inaccesibles, por lo que “las playas son un recurso finito, además de no renovable”.
Esto, apunta, aumenta su demanda y su valor, por lo que los precios actualmente son inaccesibles para los habitantes de Baja California Sur.
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En estas tierras de inversión se establecen estos grandes proyectos de urbanizaciones turísticas privadas.
Como parte de la investigación, agrega, hasta 2018, en los seis corredores turísticos de Baja California Sur se detectaron 63 inversiones, con dimensiones de 50 a 4,000 hectáreas.
Aunque no se encontró un dato exacto sobre la tierra con frente de playa vendido a particulares, es evidente el acaparamiento de estos espacios por parte de inversionistas de los sectores turístico e inmobiliario, principalmente extranjeros, que se constituyen en un verdadero cerco para acceder a la playa, que de acuerdo con las leyes mexicanas “no se pueden privatizar”.