La Paz, Baja California Sur.- ¿Cuántas de ustedes ha corrido por su vida? Yo sí. No lo podía creer, mi agresor era mi pareja, y yo simplemente no quería aceptarlo, por vergüenza, por miedo, por no ser una carga para los demás, me quedé callada y aguanté.
Me sentía intranquila todo el tiempo, cualquier cosa que hacía era motivo de amenazas, ofensas y hasta golpes por parte de él hacia mí, que con el tiempo fueron también hacía mis hijos. Todos los tipos de violencia posibles estaban en mi propia casa, e incluso puedo decir que soy sobreviviente de un intento de homicidio a mis 23 años.
Él intentó ahogarme pero logré zafarme y me dije, ¿qué más espero que pase? Entonces busqué ayuda con familiares, después en el Centro de Justicia para Mujeres, donde se hace la vinculación con el refugio para víctimas de violencia, del cual no se puede revelar mayor detalle por protección de quienes ahí se refugian. A pesar de que antes de tomar la decisión de ingresar al refugio mi pareja me prometía cambiar, siempre regresaba a las violentas prácticas, hasta que un día después de que me golpeara, decidí no aguantar más. Tomé a mis hijos que eran lo más importante que tenía y por fin me fui.
REFUGIADA DE SUS VIOLENCIAS
Yo no tenía nada, no sabía cómo iba a sacar adelante a mis hijos y eso me preocupaba mucho, tampoco tenía otro lugar a dónde ir, pues me sentía culpable por permitir que todo esto pasara y si me iba a casa de alguien iba a poner en riesgo a más personas y además, sentía que iba a ser una carga; así que decidí refugiarme, con todas las implicaciones que esto tenía, pues era eso o que en algún momento él me matara, y no podría estar para mis hijos, o peor aún, que les hiciera daño a mis hijos y me faltaran ellos a mí, eso no me lo perdonaría; eso era todo lo que me importaba.
A pesar de que pensé que era una exagerada, que nadie me iba a creer, que iba a ser muy difícil y tal vez no iba a poder, me armé de valor e ingresé al refugio el 9 de julio con mis niños de 6, 4 y 3 años y ahí me di cuenta que no era normal lo que vivía y que no estaba bien que lo soportara. Ahí estuve durante 3 meses compartiendo el refugio/casa con otra familia y con mis hijos. Ahí no podíamos sino sólo ver el cielo desde el patio trasero de la casa y claro que nos sentimos encerrados, sin embargo fue casi al final cuando yo pensé en abandonar el refugio, porque ya quería empezar a hacer mi vida. En la casa teníamos una rutina en la que teníamos actividades, cita con psicólogas, asesoría legal, mirábamos televisión, jugábamos, hacíamos las comidas y las tareas, pero en realidad lo que yo quería era trabajar, porque a veces sentía que no hacía nada.
ENFRENTANDO LA LIBERTAD
Por fin se cumplieron los tres meses, yo ya tenía avanzada mi denuncia en el Ministerio Público, las órdenes de restricción y las custodias provisionales de los niños, lo que significaba que podíamos salir a la calle con tranquilidad.
Cuando recién salimos del refugio nos sentíamos muy raros, los niños se asombraban de todo, de las tiendas, los carros, etc. En lo personal, yo me sentía indecisa respecto a si era el momento correcto de salir, pero finalmente me di cuenta que todo había sido lo mejor y que a pesar de que me sentía preocupada por sacar adelante a mis hijos, mi preocupación era menos porque sabía cómo lo iba a hacer; ya tenía más herramientas y más fuerza para iniciar mi vida. Empecé vendiendo tamales y me fue muy bien, después obtuve un apoyo para mujeres emprendedoras por parte del Instituto Sudcaliforniano de las Mujeres (ISMujeres) y con eso compré todo lo que necesitaba para poner mi propio negocio.
Ahora mis niños y yo nos sentimos muy a gusto, más libres y tranquilos, porque ya no habrá regaños, golpes, ofensas o agresiones, ya no tengo que estar temerosa todo el tiempo; y todo es fruto de darme cuenta que mi pareja no iba a cambiar y que lo mejor era que yo me las arreglara para salir de ahí por mi vida y la de mis hijos.
INVITACIÓN A LA AUTONOMÍA
Yo no quisiera que más mujeres tuvieran que correr por su vida nunca, ni que vivieran algún tipo de violencia, pero si está en mis manos compartir esta experiencia para convencer a alguien para que tome esa decisión de romper con la violencia de pareja, lo haré. Y a todas esas mujeres les digo que ellas no tienen la culpa, que ya no lo permitan, que busquen apoyo, que ellas pueden, nosotras podemos, no se sientan menos y nunca, nunca corran más por sus vidas.