/ martes 8 de diciembre de 2020

Desde 2007, cada mes un militar se ha quitado la vida

Al rigor, la disciplina y la presión de su labor se suma el estrés que ha causado la guerra contra el narcotráfico

El humo de varios cigarrillos se dispersaba por el aire cada noche dentro las instalaciones de la VI Región Militar, La Boticaria, en Veracruz, hasta prolongarse entrada la madrugada. Los químicos del tabaco relajaban por un momento la ansiedad del soldado, provocada por las imágenes en su cabeza de los cuerpos inertes de sus compañeros de armas ejecutados en sus labores de servicio.

En el mismo lugar, ese 2014, otro uniformado de alrededor de 24 años de edad, permanecía tenso a diario, tras ser transferido de otro batallón de Michoacán. Fue cambiado por su seguridad, luego de ser levantado y torturado durante tres días por integrantes de Los Caballeros Templarios. Sus historias se suman a las miles de experiencias de soldados, que han sido testigos, partícipes y víctimas de un sin fin de hechos violentos desde el inicio de la guerra contra el crimen organizado declarada en diciembre de 2006.

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A esto se suma las condiciones laborales de estar sometidos al rigor, disciplina y la presión que implica formar parte del Ejército; el distanciamiento familiar; divorcios y los diagnósticos de estrés postraumático, depresión y ansiedad. Algo que ha provocado el suicidio de 160 elementos (incluidas seis mujeres) de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) de 2007 a 2019, de acuerdo con solicitudes de información obtenidas vía transparencia.

Del total de uniformados que se quitaron la vida, 118 se encontraban francos o fuera de servicio y 42 en actos de servicio. Además, se suman al menos otros cinco casos hallados en notas periodísticas en lo que va del 2020. Es decir, un soldado se quitó la vida cada mes en los últimos 14 años.

Esta cifra representa el 29 por ciento de los 570 registros de la Relación de Personal Fallecido en la Aplicación de la Campaña Permanente Contra el Narcotráfico y la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, del 1 diciembre de 2006 al 1 de noviembre de 2020.

La dependencia a cargo del general Luis Cresencio Sandoval González no especificó si los elementos que se suicidaron son operativos o administrativos. Sin embargo, los grados que aparecen en primer lugar son soldado con 54; cabo, con 32; sargento segundo, con 17; teniente, con 15, y subteniente, con 10, entre otros.

Para este reportaje se solicitó una postura a la Sedena, pero al cierre de la edición no hubo respuesta.

ETAPAS PREVIAS AL SUICIDIO

Para llegar al suicidio existe previamente una serie de factores y antecedentes. Van desde trastornos mentales, diagnósticos de estrés postraumático, depresión y ansiedad, además de varias etapas y algunos signos de alarma antes de la consumación del acto.

“Un primer momento es la ideación, tiene que ver con los pensamientos de que ya no tiene sentido vivir, derivado de un estado de desesperanza. La persona ya no encuentra alternativas por la situación emocional, familiar o por lo que venga arrastrando emocionalmente que no resuelve de tipo depresivo. Y va a considerar la idea de que sería mejor morir y lo manifiesta a veces en broma”, explica Clemente Barragán Velásquez, jefe del servicio de psicología y rehabilitación psicosocial del Hospital Psiquiátrico Samuel Ramírez Moreno de la Secretaría de Salud.

El también experto en terapia cognitivo conductual, agrega que, después sigue la planeación en los pensamientos, de cómo quitarse la vida, que es un intento de autoagresión, pero no se consuma. Y finalmente, el acto suicida que va terminar con la vida del sujeto. La entidad con más suicidios de militares es la Ciudad de México con 32. Le siguen Edomex, con 27; Guerrero, con 14; Chihuahua, con nueve y Chiapas, con ocho, donde la mayoría se encontraba francos, es decir, fuera de actos de servicio.

Esto quizá responde a que los recuerdos y experiencias traumáticas son más evidentes en condiciones de reposo que en labores, señala el especialista.

ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

El ritmo de la tuba, tambora y otros instrumentos de viento de los integrantes de La Arrolladora Banda el Limón, fue opacado por el estruendo de las balas alrededor de las dos de la madrugada de finales de marzo de 2011. El enfrentamiento se dio en las inmediaciones del auditorio Benito Juárez en Veracruz, que se prolongó por una hora entre elementos del Ejército y la Marina contra un grupo armado del cártel de Los Zetas.

Aquella lluvia de plomo fue de las que esquivo Fermín Cuarto, durante patrullajes de operaciones de alto impacto en contra de la delincuencia organizada, que realizaba en aquel territorio y otros como Tamaulipas, Michoacán, Chihuahua y más. Otra de sus tareas era poner puntos sorpresivos de supervisión en las calles. En su trabajo no sólo debía de cuidarse de los malhechores, también de las policías estatales y municipales, taxistas y más halcones coludidos, que interferían durante las persecuciones.

Sus horarios no eran fijos y se intercalaban entre operaciones y breves descansos. Dormir ocho horas seguidas, imposible. Sobre todo cuando le tocaba el servicio de guardia de prevención dentro de las unidades militares, pues el turno de la noche se rolaba de 9 a 12; de la medianoche a las 3 o de 3 a 6 de la mañana. Luego en las primeras horas a continuar con las labores.

Las tareas extenuantes como las de Cuarto, quien pide cambiar su nombre por temor a represalias de la dependencia, y otros soldados, han generado a algunos integrantes de la Sedena estrés postraumático. Al menos a 204 efectivos se les diagnosticó con trastornos depresivos y a 84 con ansiedad de 2007 a 2016.

160 soldados se quitaron la vida entre 2007 y 2019, según registros de transparencia de la Sedena

El estrés postraumático se genera a partir de cuatro elementos fundamentales. Primero la exposición a riesgos, al correr peligro su vida, presenciar la muerte de compañeros o quedar con secuelas traumáticas como una lesión. El segundo son los flashback, que se presentan en situaciones de descanso y en su mente aparecen las vivencias. El tercero es sí estuvo en una explosión o balacera, y cualquier ruido lo sobresalta al pasar por ese lugar que le recuerda el evento. Y el cuarto, es que cuando no se tuvo un tratamiento oportuno comienza con un deterioro, explica Javier Zambrano Ramos, médico psiquiatra del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

Además, expone que si el estrés postraumático no es atendido de manera oportuna puede llevar a los soldados por varios caminos, incluido el suicidio.

Para el sicólogo Barragán Velásquez, los elementos de la milicia que están al frente en la confrontación directa con la delincuencia organizada, lo mismo que quienes están a cargo de situaciones de desastres como el Plan DN III y en cuestiones administrativas, van estar propensos a problemáticas de salud mental similares al del resto de la población. Aunque son sujetos a disciplinas más estrictas, deben cumplir ciertos lineamientos, rutinas, horarios, entregar cierto nivel de productividad y van a enfrentar situaciones de estrés por la presión laboral.

“Están sometidos a disciplinas muy rígidas y comienzan a hacer de esta rigidez parte de su estilo de vida”, destaca.

Pone como ejemplo el acuartelamiento y el estar a disposición de cualquier evento, lo que les interrumpe sus expectativas y dinámicas de convivencia familiar para alguna ocasión importante. Entonces esa frustración se vuelve más elevada y justifica la presencia de intolerancia, enojo, ansiedad y depresión.

“Otro problema que vamos a tener es el estrés postraumático, que históricamente deriva desde los tiempos de la guerra. Se llama estrés de guerra y tiene que ver con experiencias muy estresantes que ponen en riesgo su vida. Una persona que está al frente de batalla con la expectativa de que en cualquier momento puede morir de un disparo, por supuesto que va a elevar niveles de estrés y luego ver que le maten a un compañero, o saber que mataron a compañeros en tal lugar, y va a llegar a ese lugar, puede generar ciertas reacciones postraumáticas”, explica.

118 de esos militares se encontraban en estado franco o fuera de servicio y 42 estaban en activo

Al respecto coincide Carlos Vilalta, especialista en seguridad y miembro de CentroGeo. “Evidentemente están sometidos a un nivel de estrés, desde las tropas oficiales, tiene que ver con el perfil de puesto. El perfil de trabajo es de enfrentamientos de guerra, se están jugando la vida o la integridad física. Además tienen obligaciones familiares, etcétera, que puedes ir sumando al estrés. Pero estamos hablando de un tema del que no hay mucha información”, señala.

La atención a los padecimientos mentales de los elementos de la Sedena es escasa e ineficiente, explica Jorge Alejandro Medellín, integrante del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia A.C. (CASEDE) y especialista en temas de conflictos de guerra.

“Hay menos de 40 o 50 psiquiatras especializados en temas de cuestiones bélicas por el universo de militares, tanto los que están activos como en el retiro, y los familiares derechohabientes a nivel nacional. Y es una población de activos con 215 mil, y en retiro y derechohabientes de poco más de 800 mil individuos. Los datos son alarmantes, porque hay medidas internacionales en las que está asentado cuántos psiquiatras, cuántos especialistas tendría que haber por cada 100 mil elementos y nos quedamos bastante cortos”, destaca.

La Dirección General de Sanidad de la Sedena indica que realizó 313 mil 112 consultas psicológicas y 178 mil consultas psiquiátricas en hospitales, clínicas y unidades de salud, de enero 2006 a diciembre 2019, de acuerdo con una solicitud de información. Sin embargo, no desglosó cuántas atenciones fueron a elementos activos y retirados, ni cuántas a derechohabientes.





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El humo de varios cigarrillos se dispersaba por el aire cada noche dentro las instalaciones de la VI Región Militar, La Boticaria, en Veracruz, hasta prolongarse entrada la madrugada. Los químicos del tabaco relajaban por un momento la ansiedad del soldado, provocada por las imágenes en su cabeza de los cuerpos inertes de sus compañeros de armas ejecutados en sus labores de servicio.

En el mismo lugar, ese 2014, otro uniformado de alrededor de 24 años de edad, permanecía tenso a diario, tras ser transferido de otro batallón de Michoacán. Fue cambiado por su seguridad, luego de ser levantado y torturado durante tres días por integrantes de Los Caballeros Templarios. Sus historias se suman a las miles de experiencias de soldados, que han sido testigos, partícipes y víctimas de un sin fin de hechos violentos desde el inicio de la guerra contra el crimen organizado declarada en diciembre de 2006.

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A esto se suma las condiciones laborales de estar sometidos al rigor, disciplina y la presión que implica formar parte del Ejército; el distanciamiento familiar; divorcios y los diagnósticos de estrés postraumático, depresión y ansiedad. Algo que ha provocado el suicidio de 160 elementos (incluidas seis mujeres) de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) de 2007 a 2019, de acuerdo con solicitudes de información obtenidas vía transparencia.

Del total de uniformados que se quitaron la vida, 118 se encontraban francos o fuera de servicio y 42 en actos de servicio. Además, se suman al menos otros cinco casos hallados en notas periodísticas en lo que va del 2020. Es decir, un soldado se quitó la vida cada mes en los últimos 14 años.

Esta cifra representa el 29 por ciento de los 570 registros de la Relación de Personal Fallecido en la Aplicación de la Campaña Permanente Contra el Narcotráfico y la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, del 1 diciembre de 2006 al 1 de noviembre de 2020.

La dependencia a cargo del general Luis Cresencio Sandoval González no especificó si los elementos que se suicidaron son operativos o administrativos. Sin embargo, los grados que aparecen en primer lugar son soldado con 54; cabo, con 32; sargento segundo, con 17; teniente, con 15, y subteniente, con 10, entre otros.

Para este reportaje se solicitó una postura a la Sedena, pero al cierre de la edición no hubo respuesta.

ETAPAS PREVIAS AL SUICIDIO

Para llegar al suicidio existe previamente una serie de factores y antecedentes. Van desde trastornos mentales, diagnósticos de estrés postraumático, depresión y ansiedad, además de varias etapas y algunos signos de alarma antes de la consumación del acto.

“Un primer momento es la ideación, tiene que ver con los pensamientos de que ya no tiene sentido vivir, derivado de un estado de desesperanza. La persona ya no encuentra alternativas por la situación emocional, familiar o por lo que venga arrastrando emocionalmente que no resuelve de tipo depresivo. Y va a considerar la idea de que sería mejor morir y lo manifiesta a veces en broma”, explica Clemente Barragán Velásquez, jefe del servicio de psicología y rehabilitación psicosocial del Hospital Psiquiátrico Samuel Ramírez Moreno de la Secretaría de Salud.

El también experto en terapia cognitivo conductual, agrega que, después sigue la planeación en los pensamientos, de cómo quitarse la vida, que es un intento de autoagresión, pero no se consuma. Y finalmente, el acto suicida que va terminar con la vida del sujeto. La entidad con más suicidios de militares es la Ciudad de México con 32. Le siguen Edomex, con 27; Guerrero, con 14; Chihuahua, con nueve y Chiapas, con ocho, donde la mayoría se encontraba francos, es decir, fuera de actos de servicio.

Esto quizá responde a que los recuerdos y experiencias traumáticas son más evidentes en condiciones de reposo que en labores, señala el especialista.

ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

El ritmo de la tuba, tambora y otros instrumentos de viento de los integrantes de La Arrolladora Banda el Limón, fue opacado por el estruendo de las balas alrededor de las dos de la madrugada de finales de marzo de 2011. El enfrentamiento se dio en las inmediaciones del auditorio Benito Juárez en Veracruz, que se prolongó por una hora entre elementos del Ejército y la Marina contra un grupo armado del cártel de Los Zetas.

Aquella lluvia de plomo fue de las que esquivo Fermín Cuarto, durante patrullajes de operaciones de alto impacto en contra de la delincuencia organizada, que realizaba en aquel territorio y otros como Tamaulipas, Michoacán, Chihuahua y más. Otra de sus tareas era poner puntos sorpresivos de supervisión en las calles. En su trabajo no sólo debía de cuidarse de los malhechores, también de las policías estatales y municipales, taxistas y más halcones coludidos, que interferían durante las persecuciones.

Sus horarios no eran fijos y se intercalaban entre operaciones y breves descansos. Dormir ocho horas seguidas, imposible. Sobre todo cuando le tocaba el servicio de guardia de prevención dentro de las unidades militares, pues el turno de la noche se rolaba de 9 a 12; de la medianoche a las 3 o de 3 a 6 de la mañana. Luego en las primeras horas a continuar con las labores.

Las tareas extenuantes como las de Cuarto, quien pide cambiar su nombre por temor a represalias de la dependencia, y otros soldados, han generado a algunos integrantes de la Sedena estrés postraumático. Al menos a 204 efectivos se les diagnosticó con trastornos depresivos y a 84 con ansiedad de 2007 a 2016.

160 soldados se quitaron la vida entre 2007 y 2019, según registros de transparencia de la Sedena

El estrés postraumático se genera a partir de cuatro elementos fundamentales. Primero la exposición a riesgos, al correr peligro su vida, presenciar la muerte de compañeros o quedar con secuelas traumáticas como una lesión. El segundo son los flashback, que se presentan en situaciones de descanso y en su mente aparecen las vivencias. El tercero es sí estuvo en una explosión o balacera, y cualquier ruido lo sobresalta al pasar por ese lugar que le recuerda el evento. Y el cuarto, es que cuando no se tuvo un tratamiento oportuno comienza con un deterioro, explica Javier Zambrano Ramos, médico psiquiatra del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

Además, expone que si el estrés postraumático no es atendido de manera oportuna puede llevar a los soldados por varios caminos, incluido el suicidio.

Para el sicólogo Barragán Velásquez, los elementos de la milicia que están al frente en la confrontación directa con la delincuencia organizada, lo mismo que quienes están a cargo de situaciones de desastres como el Plan DN III y en cuestiones administrativas, van estar propensos a problemáticas de salud mental similares al del resto de la población. Aunque son sujetos a disciplinas más estrictas, deben cumplir ciertos lineamientos, rutinas, horarios, entregar cierto nivel de productividad y van a enfrentar situaciones de estrés por la presión laboral.

“Están sometidos a disciplinas muy rígidas y comienzan a hacer de esta rigidez parte de su estilo de vida”, destaca.

Pone como ejemplo el acuartelamiento y el estar a disposición de cualquier evento, lo que les interrumpe sus expectativas y dinámicas de convivencia familiar para alguna ocasión importante. Entonces esa frustración se vuelve más elevada y justifica la presencia de intolerancia, enojo, ansiedad y depresión.

“Otro problema que vamos a tener es el estrés postraumático, que históricamente deriva desde los tiempos de la guerra. Se llama estrés de guerra y tiene que ver con experiencias muy estresantes que ponen en riesgo su vida. Una persona que está al frente de batalla con la expectativa de que en cualquier momento puede morir de un disparo, por supuesto que va a elevar niveles de estrés y luego ver que le maten a un compañero, o saber que mataron a compañeros en tal lugar, y va a llegar a ese lugar, puede generar ciertas reacciones postraumáticas”, explica.

118 de esos militares se encontraban en estado franco o fuera de servicio y 42 estaban en activo

Al respecto coincide Carlos Vilalta, especialista en seguridad y miembro de CentroGeo. “Evidentemente están sometidos a un nivel de estrés, desde las tropas oficiales, tiene que ver con el perfil de puesto. El perfil de trabajo es de enfrentamientos de guerra, se están jugando la vida o la integridad física. Además tienen obligaciones familiares, etcétera, que puedes ir sumando al estrés. Pero estamos hablando de un tema del que no hay mucha información”, señala.

La atención a los padecimientos mentales de los elementos de la Sedena es escasa e ineficiente, explica Jorge Alejandro Medellín, integrante del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia A.C. (CASEDE) y especialista en temas de conflictos de guerra.

“Hay menos de 40 o 50 psiquiatras especializados en temas de cuestiones bélicas por el universo de militares, tanto los que están activos como en el retiro, y los familiares derechohabientes a nivel nacional. Y es una población de activos con 215 mil, y en retiro y derechohabientes de poco más de 800 mil individuos. Los datos son alarmantes, porque hay medidas internacionales en las que está asentado cuántos psiquiatras, cuántos especialistas tendría que haber por cada 100 mil elementos y nos quedamos bastante cortos”, destaca.

La Dirección General de Sanidad de la Sedena indica que realizó 313 mil 112 consultas psicológicas y 178 mil consultas psiquiátricas en hospitales, clínicas y unidades de salud, de enero 2006 a diciembre 2019, de acuerdo con una solicitud de información. Sin embargo, no desglosó cuántas atenciones fueron a elementos activos y retirados, ni cuántas a derechohabientes.





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